Los mosaicos calcáreos evocan nostalgia.
Hay materiales que guardan en su superficie algo más que belleza. Los mosaicos calcáreos, con sus dibujos geométricos y colores apagados por el paso del tiempo, tienen el poder de transportarnos a otras épocas. Basta verlos para que se activen recuerdos: el piso de la casa de la abuela, la galería de una antigua casona o los pasillos de una escuela de antes.
Su presencia habla de un tiempo en el que cada baldosa se hacía a mano, con moldes y pigmentos que se convertían en verdaderas obras de arte.
Esa imperfección artesanal es, hoy, parte de su encanto. En un mundo dominado por lo industrial y lo rápido, los mosaicos calcáreos nos invitan a detenernos, a conectar con lo auténtico, con lo hecho para durar.
Hoy los mosaicos calcáreos vuelven a aparecer en proyectos de diseño que buscan algo más que funcionalidad. Se los elige no solo por su estética, sino por lo que despiertan. Porque decorar también es contar historias, y cada mosaico es un fragmento de memoria que se cuela en lo cotidiano.
Recuperarlos es un gesto de amor por lo que fuimos, por lo que aún perdura.
INFORME: Andrea Pedraza – Diseñadora equipacional y ambiental.