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La mal-dicción del sexo

En estos días se aprobó en España la ley trans y LGTBI. Momento histórico sin duda, son muy pocos los países en el mundo que disponen de una ley que regule el cambio de género civil o de sexo.

Así lo cita el periódico: “Entre los puntos clave que resaltan tanto el Gobierno como los colectivos LGTBI figuran la despatologización de las personas trans, es decir, que dejan de ser consideradas como enfermas y no precisarán de documentos médicos para realizar el cambio de nombre y sexo; la autodeterminación del sexo, que permitirá realizar el cambio por la simple voluntad del interesado o interesada ante funcionarios del Registro Civil, o «el derecho de los menores a ser escuchados», permitiéndoles el cambio de nombre en el registro a cualquier edad y el de sexo a partir de los 12”.

Esta controvertida ley persigue un fin común precisamente con el psicoanálisis, la des-patologización de personas trans. Lo que no está claro y queda por ver es que efecto tendrá realmente esta ley sobre los sujetos.El psicoanálisis lleva ya en esa orientación, la de la despatologización, mucho tiempo, sobre todo desde que el neoliberalismo terminó de asentarse de forma global y globalmente todos padecemos de alguna patología para el sistema productivo; lo vemos con máxima preocupación en los niños donde cada día aparece un nuevo trastorno que les afecta.

En cuanto a lo sexual también llevamos tiempo viendo cómo se etiqueta, clasifica, y se generan datos hasta el infinito sin saber ya muy bien con qué sentido.

Un sentido seguro es el control, aunque ya el “dataismo” del cual nos habla Byung-Chul Han casi carece de sentido por la gigantesca acumulación de datos.

El neoliberalismo necesita clasificar y legislar, es lo suyo, así es como pone bajo control toda manifestación humana que atente contra el consumo.

En cuanto a la nueva regulación de lo sexual, sea trans, LGTBI, hetero o no binario, la cuestión se complejiza. El paradigma capitalista nos había hecho creer en la naturalidad del sexo, aunque por el psicoanálisis sabemos que en el mismo momento de habérsenos concedido el lenguaje todo lo que tenga que ver con las relaciones sexuales se ha desnaturalizado precisamente por ser seres hablantes.

Para los seres hablantes el sexo no tiene nada de natural, sea del sexo que sea que hablemos. Estemos o no de acuerdo con lo que nos tocó en suerte. El instinto quedó reservado para el reino animal, a nosotros nos tocó el continuo embrollo entre la necesidad, el deseo, la demanda y el amor.

Ya hace mucho que la ciencia intentar naturalizar lo que está perdido desde el inicio.

¿Hasta qué punto la ciencia anudada al neoliberalismo una vez más nos quiere hacer creer que si no vivimos con naturalidad nuestro sexo, o nuestra orientación, o nuestra elección de objeto estamos enfermos?

¿Cambiará algo una ley que permita poner orden en lo que nos es un desorden estructural?

Es una vez más bajo el terrible paradigma de la libertad – que muchos jóvenes y no tan jóvenes – creyéndose anormales solo por estar sexuados se someterán a los perversos caprichos de la cirugía con la fantasía de ajustar lo que no tiene un buen ajuste para ninguno.

Por supuesto que debe haber, en un campo tan complicado como el de la “identidad sexual”, unas regulaciones que pongan límite al capricho de la ciencia y a la desorientación subjetiva de quien cree que hay una salida a lo sexual que no sea conflictiva. Pero se trata de poner límites y no de vender “libertad de elección”.

Un menor de 16 años puede ahora, por ley, autodeterminarse civilmente y hacerse intervenir el cuerpo; una decisión sin vuelta atrás en aras de la libertad.

¿No es ésta la misma “libertad” que nos lleva por el camino de la más feroz servidumbre? Elegir qué queremos ser y cómo queremos ser: ¿libertad o esclavitud?

¿Realmente esta ley ayudará a la des-patologización o empujará a la patologización?

Sí la cuestión, por ley, queda del lado de la medicina, no hay mucho que dudar. Tendremos más patologización.

Otra cuestión anudada a esta nueva ley e igualmente ilusoria y perversa es la llamada “autodeterminación”.

¿Desde cuándo los seres parlantes podemos determinarnos si no es en relación a los otros?

Libertad de autodeterminación son dos situaciones absolutamente inhumanas: estamos atados al lenguaje que nos determina, que nos ata. Como también estamos atados y determinados a los otros, a esos otros a quienes nos dirigimos sexualmente y siempre con cierto grado de confusión, de mal entendido; el malentendido propio de los seres hablantes.

Los legisladores, políticos, médicos y demás intervinientes en esta nueva ley deberían aclarar que a pesar de la reasignación de género o del cambio de sexo siempre quedará un resto de la mal/dicción del sexo.