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Violencia social, desprecio y desconsideración hacia los profesionales de la salud

Hace dos años el mundo, entro en pánico asociado a incertidumbre y desesperación. Esta vez una cepa más nos puso a todos en igualdad de condiciones, tal como la anterior no discriminaba ni hacia diferencia social ni étnica.

Pero como siempre, todo aquello que esta intervenido por el hombre es corruptible o violentado. El egocentrismo los hace accionar según sus propios criterios y la cero empatía de cada sujeto. Dando como resultado el desprecio a su semejante.

Desde que apareció el Covid-19, hemos transitado por miles de estados de ánimo, la primera aparición fue miedo, angustia, pánico y el peor de todo, la incertidumbre.

Siendo ésta, la peor de todas las emociones negativas que hemos vivenciado, al menos el 99 % de la población mundial.

Si la gran mayoría pudiera, al menos cambiar de zapatos y ubicarse en lo de mis pares médicos, enfermeros, técnicos, encargados de aseo hospitalario, de aquellos que trasladan pacientes inmunodeprimidos, dializados, o con tratamientos de quimioterapia, sólo por nombrar la cantidad de personas que están atravesando, este modo pandémico sin parar, similar a la guerra.Sin descontar los que quedaron en la parte de diagramación, otros fueron al frente de la batalla, sin información, sin pautas de resguardo personal, solo salir y actuar frente a lo que se avecinaba con corazón, alma y saber.

También tenemos familiares que perdieron un ser querido en medio de este caos, siendo o no por Covid-19. Sin poder tener al menos el ultimo adiós, el mundo sería más amable y empático

Estamos transitando dos años de una beligerancia con un atacante invisible, que ahora se puso más violento. El caos se suscita cuando los sujetos escudándose en el “ya me canse de estar guardado” con la ayudados de políticas públicas sanitarias inoperantes y decrepitas, dejaron salir a todos sin control a que se enfrenten a su juventud perdida o tiempo de aislamiento perdido y que se contagien. Sin pensar el daño que poder auto producirte o contagiar a alguien que este con alguna patología inmune y llevarlo a la muerte.

El problema es que esos que se hartaron de estar adentro de sus casas o haciendo teletrabajo (el que pudo sostenerlo) desconsideró el agotamiento mental, físico y emocional de los soldados que están en los hospitales y sanatorios. Este menosprecio fue con la ayuda del Estado el cual está ausente y nos dejó a todos a la buena del universo.

Esta situación invisibilizó socialmente a los agentes del arte de curar, el personal sanitario que trabajó para paliar esta pandemia.

Las condiciones en las que se hicieron los fueron deteriorando con el paso de los días, los meses y los años, sin considerar que llevan dos años frente a este virus altamente infeccioso, dando lugar a la falta de equipos de protección personal (EPP), mascarillas defectuosas, presión asistencial y sobrecarga extenuante de horas de trabajo.

Las jornadas prolongadas y el estrés laboral dieron lugar a días extremos durante la pandemia que han generado agotamiento físico y situaciones que pudieron o pueden en un futuro cercano desarrollar patologías psiquiátricas, poniéndose en riesgo tanto su salud física como mental, dando lugar a la posible aparición de patologías relacionadas a la ansiedad, depresión, o trastornos por estrés postraumáticos.Mientras transcurrió la primera etapa de esta guerra química epidemiológica, vieron morir a cientos de compañeros, familiares, amigos, pacientes, etc.

Evidentemente la sociedad mundial desestimo este padecer. Y lo más alarmante es que muchos ciudadanos han perdido un familiar, un conocido, o ellos han transcurrido en estado grave la enfermedad.

Este recrudecimiento de Covid-19 con su variante Omicron, hizo el estallido aun más profundo y apareció la violencia y la falta de consideración hacia el trabajador de la sanidad.

Exigiéndoles que deban ser atendidos ayer, no quieren esperar, no declaran la verdad que si tienen o no contactos estrechos, avalándose en su cansancio personalísimo de estar “hartos” de no poder disfrutar la vida.

Pero vos agente de salud, me debes que atender ¡Ya!

Vivimos en un mundo donde el Otro, mi semejante; perdió el valor de significarlo como persona, el egoísmo esta a las claras. Solo importo yo y nada más que yo.

Respuestas que se escuchan en el corriente es, por algo eligió la profesión que se la banque.

Nadie esta cuidando al personal sanitario en su totalidad, con todos los intervinientes en este campo.

De los aplausos, se paso a las golpizas. ¿Qué sociedad estamos construyendo? Esas personas altamente equipadas y ahogadas en sus trajes son seres humanos, que también se contagian, no son abrazados, no duermen, no ven a su familia, no ven crecer sus hijos ni siquiera pueden besar a sus seres queridos.

Las consecuencias psicológicas de esta atroz peste, es que los alcanzará  a todos, los de adentro de la sanidad y los de afuera.

Ya empezamos a ver en los consultorios, ataques pánicos, crisis de angustia, estrés post traumático, depresión y ansiedad, que van atacando el sistema inmunitario de cada uno de los habitantes del planeta. Nadie saldrá indemne.

Ahora depende del cuidado y la responsabilidad personal, por eso te pido a vos lector, que pongas un poco de voluntad y hagamos una cadena de concientización educacional para que entre todos los habitantes pongamos un granito de arena, usar el tapabocanariz correctamente, lavado de manos y distanciamiento de mi par. Evitar los encuentros masivos. Depende de nosotros ahora.

Estamos ante un pico imposible de contener, porque nadie quiere cooperar. Entonces te invito a crear una cadena de empatía educacional, pidiendo lo anteriormente dicho que son las pautas de cuidado para mí y para el otro.

Solo es un poco de amor y consideración hacia mi semejante. Y obviamente hacia uno mismo.