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Amigos y colegas despiden al «Negro» Villafañe construyendo con palabras un sólido muro de amor y respeto

Quisiera abrazar en este preciso y doloroso momento a todos mis amigos y todas mis amigas que eran también la gente tan querida por él. Acaba de fallecer el Negro Villa, el Negro, El negro Villafañe, Machi, Marcelo Evaristo, Villa, el Doc, Villita o como de tantas maneras le decíamos. Compartí veinte años de incansables aventuras junto a él y está entre lo mejor que me pasó en esta vida. Un mago loco, un tipo hermoso. Exquisito, generoso, puro talento. Un largo abrazo enorme, inmenso y entrañable a toda la gente que tanto lo quiso. Es muy triste no poder juntarnos ni abrazarnos. Pero de ser así.. “se abriría la puerta, el Negro nos vería reunidos y entraría caminando muy lentamente poniendo sus tupidas cejas curvas, encendería un habano, se frotaría las manos y largaría una estruendosa carcajada”.

Te queremos tanto, Negro

Flor Balestra – Dibujante y diseñadora rosarina

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Se fue el querido Negro Villafañe,

a quien yo considero uno de mis Maestros. Con él hicimos un par de casas y alguna obra más, entre 2005 y 2010. Pero mi relación con él en realidad empezó mucho antes, incluso antes de siquiera pensar en estudiar arquitectura. Yo era jardinero y pasaba todos los días por una obra en calle Alvear que me llamaba mucho la atención, era 1990 o 1991. La casa no se parecía a ninguna y me daban muchas ganas de armarle el jardín. El cartel de obra decía Villafañe, De Giovanni, Cardón. Una amiga que estudiaba arquitectura me habló del Villa, que era muy piola, que vaya al estudio y me ofrezca.. .y eso hice. El Negro me recibió, vio mis dibujos y prometió hablar con los clientes. Y ahí quedó todo, hasta que empecé arquitectura y el Negro aparecía en charlas y comentarios todo el tiempo. En 1995 conocí a Juan Manuel Rois, que poco tiempo después empezaría a trabajar en su estudio y a partir de ahí volvió el contacto con Marcelo. En 2000 hicimos, junto con Ricardo Negri y Cristian Mare, la forestación del barrio cerrado Los Raigales gracias a su intercesión. En 2005 me hizo el honor de designarme para construir su casa Raigal y después la casa Begué, en 2007, junto a Marcelo Kopca.

HABITAR: CASA BEGUÉ
Casa Begué

Carlos Candia – Arquitecto rosarino

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Se murió el Negro Villafañe

Sería otra manera de decir, murió el arquitecto Marcelo Villafañe.

Su familia y la mía estaban en relación desde nuestros padres. Su padre estudió Medicina con el mío. El Negro estudió arquitectura con mi hermano y siempre mantuvieron un vínculo muy estrecho. Yo heredé esa amistad cuando mi hermano decidió quedarse a vivir en España, viaje que habían emprendido juntos.

El Negro es (en presente) un referente de la arquitectura en Rosario. Y es en mi sentimiento y en presente portador de una hermosa locura que disfruté siempre.

Triste, muy triste no tengo más palabras que contarles mi tristeza.

Lucrecia Mirad – Arquitecta y Escritora

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Para Marcelo Villafañe; arquitecto en estado puro!

Recién te fuiste querido amigo, y ya me pregunto, por dónde andás?

Puedo imaginarte recorriendo esos laberintos que creabas en tus locuacidades, en tus arquitecturas tan cargadas de humanidad y de sensaciones, metido en tus pinturas complejas y deslumbrantes,  o recorriendo bares contando tus anécdotas de personajes bravos e inverosímiles, tal vez ponderando gambetas y caños inolvidables, propios y ajenos, deteniéndote en filosos comentarios sobre Derridá, modernidad o posmodernidad y pasar en un brusco giro a compartir lo cotidiano, un cotidiano siempre atrapante, confuso y seductor.

Te fuiste querido amigo, y es una gran pérdida: con vos se van algunos de los momentos más felices de una etapa de mi vida, esa de calle Pellegrini junto a Farruggia y el Chelo Molina con los innumerables tiempos compartidos en el laburo y en el café de los Vascos, la continuidad en el estudio de calle Dorrego con el agregado de nuevxs integrantes: una cofradía de talentosos jóvenes colegas y hoy entrañables amigxs, donde sin proclamarlo, estabas vos conectando el entramado.

Y tal vez esta fue una de tus enormes virtudes; ser un grande sin hacerlo notar, sin ostentaciones, tendiendo manos, acercando afinidades.

No es poco querido amigo, por eso estoy silenciosamente llorando tu muerte, sé también que tu ausencia se sentirá, y que no seré el único en sentirla.

Un fuerte, enorme y entrañable abrazo para mi querido Villa, a quien le debo tanto!

Horacio Furlan – Arquitecto rosarino

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Se murió el Negro Villafañe

Nos conocimos cuando los dos éramos muy chicos, a comienzo de los años 60.

Mi familia se mudó a la casa de calle Presidente Roca casi esquina Pellegrini, el Negro vivía con su familia en frente.

Nos hicimos muy amigos, todos los días jugábamos juntos también con su hermano Carlos, los tres inseparables.

Pasábamos las tardes preparando autitos de plástico con plastilina a los que le hacíamos la suspensión con una ballenita, y corríamos carreras en un circuito que marcábamos con tiza en el piso de la terraza.

Recuerdo cuando escondidos detrás de la baranda de la terraza más baja de su casa, esperábamos que pasara el tranvía 23 por Presidente Roca para que pisara e hiciera explotar las tapitas de cerveza o gaseosa que habíamos rellenado con azufre y potasio riéndonos de la cara de asombro de los pasajeros. O en carnaval tirando bombuchas de agua desde la terraza a los tranvías que pasaban por Pellegrini.

De vez en cuando solíamos ir a la casa de Fisherton, en la calle Morrison, donde algunas veces nos juntábamos a jugar con Miguelito Osuna que vivía al lado.

Sus tías, las mellizas, que se pasaban el tiempo escuchando el radioteatro y cosiendo en el comedorcito, a media tarde nos llamaban a tomar la leche.

Así transcurrieron muchos años, no recuerdo cuántos, solo sé que fueron felices.

Ya en la facultad, nos pusimos de novio con dos hermanas, el Negro con Ana María y yo con Marta.

Militamos juntos en los inicios de la JUP de Arquitectura, y puedo jurar que nunca hubo un afiche de Evita más hermoso que el que pintó El Negro.

Siempre solía recordar que en el viaje que hicimos en tren a Buenos Aires cuando asumió Cámpora el 25 de mayo de 1973, llegando a Retiro, con el tren en marcha, se subió al techo del vagón con otro montón de muchachos. Por suerte un flaco que estaba más atrás le avisó que un cable atravesaba el paso del tren por encima de los vagones, el Negro se dio vuelta justo y alcanzó a agacharse sin que pasara nada grave, solo el cagaso.

Tengo presente, como si fuera hoy, aquel 17 de noviembre de 1972, día en que regreso de Perón, a las 11 de la noche me fue a buscar a la Unidad Básica de Lucero y San Martín, para tranquilizar a mi familia que me esperaba para festejar mi cumpleaños. Ese día habíamos tomado un sector del barrio Roque Sáenz Peña, la policía reprimía y el Negro apareció y me dijo “vamos, es tarde y te están esperando preocupados”.

Hicimos viajes a Córdoba juntos en su Citroën 2 CV, y muchos domingos acompañábamos a la familia Bonefoi a comer un asado a lo de LaTati y Nicola en Capitán Bermúdez, el Negro nunca se casó yo sí, pero por esas cosas de la vida terminamos después de muchos años nuestras parejas casi en el mismo momento, entonces nos juramentamos seguir siendo cuñados toda la vida y lo cumplimos.

En mi exilio me fue a visitar a Pamplona, se quedó unos días con nosotros, y por supuesto fuimos a jugar al fútbol juntos al Redin, donde lució su hábil gambeta.

Encontrarlo al Negro siempre era un motivo de alegría, jamás tuvimos una discusión o un desencuentro. Podría seguir hablando horas y horas, contando recuerdos, como cuando llegaba a casa y veía la luz prendida de su taller donde pintaba, lo llamaba y nos quedábamos hablando.

Hace poco nos volvimos a encontrar en un homenaje que le hicieron en el Túnel, y allí le saque la foto con que acompaño la nota, el Negro era un gran Arquitecto y un enorme pintor. Él ya estaba muy mal, pero aún en su estado, seguía tamborileando sobre la mesa con los puños el mismo ritmo y recordando las interminables anécdotas de los años que compartimos juntos.

Hoy me enteré de su muerte, la tristeza es inmensa, no hay palabras que puedan expresar la muerte de semejante amigo.

Te quise mucho amigo, gracias por tu cariño y tu compañía sin la cual la vida no hubiese sido igual.

Negro Pérez Cortés – Arquitecto rosarino