Pulsa «Intro» para saltar al contenido

«Farol» de Fran Faure

Textos de Francisco Faure para La Revista del Siglo

Farol

Salió del bar y corrió como nunca antes en su vida. Casi tropieza dos veces. Cuando cogió el ritmo, aceleró y a los pocos minutos se encontraba detrás de ella, jalándole humildemente el vestido.

–¿Qué haces? ¿Quién sos? No te conozco…

–Lo sé. Perdón. Pero tengo una incertidumbre que me está matando.

–¿Te puedo ayudar en algo?

–Estabas en el bar, recién. Acá a dos cuadras. Bar del cual recién salgo corriendo

–Si. ¿Se me olvidó algo?

–No… de haberte olvidado algo esto sería menos incómodo y tendría al menos la ayuda de alguna prenda para decirte lo siguiente.

–¿De qué estás hablando? ¿Qué pasa? Me estas incomodando.

–Nada, quería hablarte. Nunca me animé a hacerlo estando en el bar, nunca hubiera podido hacerlo con toda esa gente alrededor. ¿Podríamos tomar algo algún día si así lo quisieras vos también?

–… ¿Cuál es tu incertidumbre? –Esquivó su pregunta.

–Que te vayas. Perder una oportunidad solo por ser un cagón en mis tiempos libres y es en ellos cuando voy al bar. Y te vi y pensé que por ahí vos también tendrías tiempo libre. Y empecé a pensar en cómo lo gastarías; quizás leyendo o saliendo a correr, jugando al tenis, estudiando, no lo sé; tuve el vago pero poderoso deseo de que quizás podamos compartir tiempo juntos. No lo sé. Realmente no lo sé, solo me atravesó como una flecha las ganas de salir a buscarte.

Ella se quedó en silencio. Él, con ambas manos en su rostro, emitiendo un gesto de derrota que parecía repetirse, prosiguió

–… perdón.- rió y miró el farol de luz jubilado de la esquina-. Nunca quise molestarte.

–Perdóname vos a mí. Yo no puedo ayudarte. No tengo lo que creo que buscas-replicó ella con tono leve, cansado.

–¿Y quién pudiera? Nadie…absolutamente nadie. Que tengas buenas noches – pegó media vuelta y empezó a alejarse

–Pero conozco a alguien que si puede.

–¿Quién? –Volvió a voltear

-Aquel chico que salió corriendo tan decidido del bar para buscar a la persona equivocada.

–¿Te burlas? –Preguntó con tono enojado

–De ninguna manera.

–¿Y qué puedo hacer con él?

–Que sepa precisar de nadie. Que se mantenga dudoso y confiado a la vez, que no pierda sus esperanzas. No necesita más ayuda que esa ¿Ves aquel farol vejo y gastado de la esquina?

–Si ¿qué tiene de lindo ese farol despintado?

–¿No ves como alumbra esta noche tan triste? Es sin duda alguna el más lindo de todos. ¿Y lo mejor? Estoy segura de que él también lo sabe.