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iván blascovich (con minúsculas), recorre en primera persona una vida marcada por la música, el arte y la lutheria

Mi nombre es iván blascovich (así con minúsculas) pronto cumpliré medio, siglo me encuentro en Alberdi, en mi taller/casa de zona norte de Rosario, a escasas cuadras del Distrito Norte “Villa Hortensia”.Entre los proyectos actuales estoy construyendo, ya en la etapa final, una guitarra barroca modelo Antonio Stradivari, con madera de cedro y abeto; también a medio camino una guitarra clásica, modelo propio, de palisandro y abeto y un mandolín de Caoba y Abeto.

Las reparaciones de instrumentos ocupan un lugar importante dentro del taller. Actualmente intercalo una reparación mayor en un violín de principios de 1900 –digo reparación mayor porque en medicina seria como abrirle la panza al paciente–, que destapé para repararlo internamente y cambiar piezas rotas. Otras son reparaciones menores en un violín de principios de 1900 y una guitarra de fabricación japonesa. En la lista de espera hay varios instrumentos que ingresarán para ser atendidos y reparados.

En este contexto de cuarentena establecí el sistema de retirar y entregar a domicilio los instrumentos de forma personal, lo cual resulta muy beneficioso para los amigos y clientes músicos, me da más libertad de horarios y la posibilidad de recorrer la ciudad y visitar ciudades vecinas.Entre mis pasiones, como hace 23 años, dicto clases de construcción de instrumentos, que ahora por cuestiones de protocolo, son individuales, más cortas que de costumbre y se le agrega en lo posible trabajo en casa para los alumnos.

Al comienzo de la cuarentena, aprovechando y disfrutando la paz del encierro, me permití hacer una serie de instrumentos no convencionales que me dieron mucha satisfacción, guitarritas pequeñas y para estudio, además de un charango bastante particular, en este oficio se crece mucho permitíendose tomar libertades.

Hasta 2017 tuve mi taller en una galería del centro de la ciudad (el conocidísimo-desconocido Pasaje Pan), estuve ahí 13 años, fue una experiencia maravillosa, sobre todo por el ambiente y los vecinos de esa época, igualmente creo que hubo en mí, un cansancio a la exposición permanente y los horarios fijos. Para ese entonces tomaba clases de violín con el Maestro Oscar Galucci, y estudiaba mecánica automotor, que es otra actividad que me apasiona.

El 2017 fue el año de conexión con los orígenes, tanto personales como profesionales. Viajé en bicicleta por Croacia e Italia donde conocí mis fundacionales pueblos Blaskoviči de mi abuelo paterno, Grižane de mi bisabuelo materno y Cremona de mi querido oficio.

Antes de 2017, tenía el taller/casa cerquita del Monumento al frente del Museo Estévez. Una maravillosa época de estudio de violín en la Facultad con Mari Barg, abordando el estudio exclusivo de la música académica, mucho trabajo de lutheria y conexión con el arte y la sociedad rosarina.

Desembarco en la ciudad

Llegué a Rosario con 26 años en 1998 invitado a exponer y dictar un curso en el Distrito Norte la fabulosa Villa Hortensia, nos cedieron el centro de la casa para la exposición y el altillo para montar el taller de lutheria, siempre agradecidos a María Lanese que se puso semejante desafío al hombro.

Desde que llegué a Rosario me dediqué a dar clases de construcción además de reparar y construir. Un año antes me invitaron a exponer en Santa Fe capital en el marco de un encuentro de educadores, fue como la puerta para entrar en Rosario y también para emigrar de Chilecito donde estuve trabajando por 5 años en mi taller personal además de integrar La Orquesta Municipal como violinista abordando un repertorio folclórico y popular.

El camino transitado

Entre 1990 y 1992 cursé la carrera de lutheria en la Universidad de Tucumán. Años muy intensos e inspirados, dedicados con exclusividad y pasión me permitieron poder cursar los 5 años en 3 años bajo la guía de los Maestros Fernando Silva y Eduardo Riera.

Recuerdo todas las tardes después de clase y antes de irme a trabajar en el taller de un compañero pasaba por un Centro Cultural a tratar de aprehender todo lo posible observando. Mucha asistencia a conciertos y devorar libros y más libros.

La vocación por la lutheria surgió como un chispazo o una ocurrencia un año antes en 1989 estudiando violín con el Maestro Cesar Llanos quien me sugería el estudio de la lutheria. En ese momento integraba La Camerata Juvenil Chilecito creada por el Profe Llanos y pensaba que el centro de mi estudio sería el violín, de todos modos al terminar la secundaria y a la espera de que una vocación se afirmara como central me inscribí para no perder el hábito del estudio en Ciencias Económicas.Por necesidad, usando un formón de mi abuelo hice una mentonera de lapacho, mi primera obra de lutheria completamente autodidacta. Al observar la mentonera terminada, me pareció que otras manos obraron a través mío; apenas terminada y ya no me explicaba como la había hecho.

En ese mismo instante corrí a la casa del Profe Llanos para comunicarle la decisión y el entusiasmo de estudiar lutheria, abandoné en el momento Ciencias Económicas y acomodé todo para irme a Tucumán.

Decisión difícil de tomar de cara a la enfermedad de mi padre, y mi madre Nora haciéndose cargo de la economía familiar con su costura. Mucho para agradecerle por su abnegada dedicación quizás heredada de mi abuela Milagros que fue enfermera.A partir de los 15 años empecé a estudiar violín en el Centro Polivalente de Arte de Chilecito
dos años antes venía estudiando piano, pero poco a poco el violín fue desplazando al piano.

En 1983 se creó el Centro Polivalente de Arte, soy de la 2da camada de egresados en su historia, así que literalmente además del estudio de expresiones artísticas nos tocó la maravillosa tarea de ayudar a crear una escuela.

Recuerdo que en mis momentos de descanso cuando iba a estudiar piano, haber estado colocando piedras para la base del mástil de la Bandera. Siempre había algo que hacer y el bondadoso Profesor Roberto Trasovares siempre requería ayuda en su labor.

Nos enseñó con el ejemplo, era común ver al director de la escuela, pala en mano trabajando al lado de albañiles y después con sus alumnos dando clases de cerámica.En mi último año de primaria tuve hepatitis, 40 días en cama dedicados de lleno al dibujo y la lectura, en ese momento había que inscribirse para la secundaria y si bien deseaba ir a la escuela de arte no tenía definido a que, pensé bastante en bellas artes pero a último momento me definí por música y piano, porque lo veía más complejo que guitarra.

La infancia la pasé jugando entre maquinas antiguas de fundición y herramientas de herrería de mi padre el Zvonko o Vonco para los que no podían pronunciar bien, nunca quiso que aprendamos el oficio y nos corría del taller porque anhelaba un futuro distinto para sus hijos, de ahí el malestar que demostró cuando decidí estudiar lutheria.

Un recuerdo que tengo como en sueños de la primera infancia es como me gustaba desarmar y armar un metalofón de juguete, lo hacía sonar pero también recuerdo horas y horas probando distintas formas de armarlo y los distintos resultados que generaba, en el fondo recuerdo cierta molestia al comprobar que solo había una forma correcta de armarlo.

En mi casa solo hubo una guitarrita de juguete que mi padre modificó para que quede sonando,
le puso trastes metálicos y cuerdas de guitarra.Yo no los conocí, pero siempre se habló de que mi abuelo Matija, con sus paisanos croatas, tenían una orquesta con instrumentos traídos de Yugoslavia. Mi otro abuelo Luis también de ascendencia Croata era plomero, lo vi poco, algo recuerdo del olor a plomo fundido y tiras de cáñamo.

El abuelo Matija, llegó a Argentina en 1924, pasando 45 días en la cubierta de un barco, casualmente a sus 26 años, de un pueblito llamado Blaskoviči, mi bisabuelo Roko y toda la familia se dedicaban a la madera… Mi agradecimiento hacia ellos por dejar en los genes, la conexión con la madera.