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La odisea de Viky: pudo verbalizar un abuso sexual en grupo y pide justicia

Quedamos con Viky en encontrarnos en su casa el viernes 18. El día nos acompañó con su tristeza, llovió desde muy temprano. Fui a su casa y ella estaba acompañada por su papá, junto con su esposa, tomamos mate y comimos frutos secos. En un clima muy cálido, hablamos tranquilas: ella me contaba su pesadilla, haber sido víctima de un abuso sexual en grupo, de sus propios compañeros de Narcóticos Anónimos, pero también su esperanza en que se haga justicia. Por momentos, su papá la tomaba de la mano para ayudarla a seguir y acotaba cómo es Viky: desde tan pequeña pensando en el otro. Ahora entiendo que ser así le da las fuerzas para seguir adelante, porque sabe que es la manera de poder ayudar a tantas personas que son violentadas.

Viky habla con valor y cuenta los detalles del episodio que marcó su vida. Antes se presenta: “Mi nombre es Victoria, tengo 34 años, soy psicopedagoga. Entré en Narcóticos Anónimos (NA) el 2 de junio del 2016 por problemas con la cocaína: desde esa fecha no consumo más”.

“El 5 de noviembre pasado fui a una convención de NA en Villa Carlos Paz. Ya había ido a otras convenciones y hay una energía muy linda, esperanzadora, de gente que realmente quiere estar bien, de querer ayudar a otros. Los días más felices de mi vida tuvieron que ver con lo que pude dar al otro; gracias a NA hice un voluntariado en Villa Banana dando clases de matemática”, describe Viky.

“Al llegar allá no tenía donde dormir, ya que la decisión de ir la tomé el día anterior, pero deseaba ir porque quería escuchar otras experiencias: sabía que allí podrían ayudarme a conseguir lugar. Cristian, Ángel y Martín (los dos primeros eran sus compañeros desde 2017) dicen que tenían lugar en su habitación, y yo al tener mi bolsa de dormir no tenía problemas de lugar”, relata.

De inmediato Viky cuenta cómo fue el abuso sexual: “Habíamos ido a comer y yo fui a la habitación antes, no me quedé para el café. En la habitación estaban durmiendo Ángel y otro compañero, que nunca se despertó. Estaba yo dormida cuando entra Cristian, que comienza a molestarme, hasta que se tira encima. Cuando termina me dice al oído: ahora viene Martín y sigue Martín sin dar lugar a mi llanto. Me quedo inmovilizada y en eso llega Ángel, que se despertó y dice: ¿qué pasa acá? Y ahí comienzo a llorar, ya que Ángel era mi amigo, y él me dice: vení Viky, tranquila. Me voy con Ángel a su cama llorando y en eso él me dice: son unos locos, que mal lo que te hicieron. Y ahí comienza él y yo me hice la dormida, ya sin fuerzas; quería negar todo, no sabía qué hacer”.

Ese momento le causó un terror que aún hoy pervive. “Quedé con mucho miedo, mi conducta no era la misma; se me cayó mucho el pelo, dejé el trabajo, el cual amo; comencé a vender mis cosas para irme del país, hay momentos que digo: nada vale la pena, me quiero morir”, cuenta.

“Cuando vi el caso de Palermo desperté, y al ver las caras de esos seis -no la cara de la chica-, eso me dio mucha fuerza. El 8M lo visibilicé y a partir de ahí las chicas de NA que sufrieron diferentes tipos de abuso comenzaron hablar. También muchos me han dado la espalda diciendo que he dañado a NA: el propósito de NA es noble pero hoy no es un lugar seguro”, asegura.

Luego de haber podido verbalizar el ataque sexual, Viky decidió pedir justicia: “Hice la denuncia en la comisaría de la mujer (de Rosario) y la sumariante me ha tratado con mucho respeto y empatía poniéndose en mi lugar en todo momento”. Ahora es la Justicia de Córdoba la que debe acusar a los abusadores.

“Después de hacer la denuncia comencé a dormir y a comer mejor. Hoy puedo decir que no, me estoy construyendo desde el amor propio; hoy me están construyendo todas las personas que me acompañan con mucho amor. Me siento más auténtica que nunca, cuando siento que no puedo más pienso que ayudo a alguien, aquellas mujeres que no pudieron hablar. Esa es mi lucha: que las mujeres no nos callemos más, que podamos hablar, porque al hablar se sana y confiar que se teje una red de apoyo muy grande”.

Viky me decía que no tiene odio y lo supe al mirarla a los ojos: en ellos encontré amor, también melancolía y el deseo de lograr justicia: “Que estas tres personas vayan presas y por último que NA sea un lugar verdaderamente seguro”.

Cuando nos levantamos, ya sin grabadora, me dice bajito: “Ojalá pueda dejar el mundo un poquito mejor de lo que está hoy”. Ojalá Viky!!!