Por Juan Ignacio Novak / El Litoral
“Ya se escuchan los disparos, entre muerte y libertad. Cae mi cuerpo agujereado, ya no podré cantar más”. La cruda imagen la eligió el cantautor Alejandro Lerner en su canción “La isla de la buena memoria”, que intenta evocar el dolor que generó la Guerra de Malvinas. El escritor Jorge Luis Borges fue más irónico, no por eso menos lúcido: “Las Malvinas fue una guerra entre dos calvos por un peine” afirmó a poco del conflicto bélico. Lo cierto es que la Guerra de Malvinas fue un conflicto que marcó un antes y un después en la historia de Argentina y sus huellas persisten en la conciencia nacional. Marcas que encontraron un eco poderoso y conmovedor en el arte. En estas líneas, repasamos cuatro obras plásticas que captan aquellos tiempos turbulentos y las emociones que rodearon la guerra y sus consecuencias.
Dibujos
Clorindo Testa realizó en 1994 algunos dibujos, transcurrida poco más de una década de la guerra, estuvieron dedicados a los combatientes caídos durante el conflicto en las islas. Testa fue un reconocido arquitecto, de modo que su obra plástica está muy ligada a su labor en tal sentido. “Toda su producción está atravesada por reflexiones alrededor de temas como el de las grandes ciudades y las condiciones de vida en espacios urbanos”, señala el portal de la Fundación dedicada a su memoria. El dibujo de Testa que elegimos, “Monumento a los caídos en Malvinas, cementerio de Malvinas” es, precisamente, un trabajo de tinta sobre papel.
El ilustrador mendocino Luis Scaffati también se hizo eco del conflicto bélico de las islas del sur. Este dibujante nacido en Mendoza en 1947, publicó dibujos con el seudónimo de Fati en la legendaria revista Hortensia. Luego, sus trabajos estuvieron en las páginas de diversos medios gráficos. El dibujo en tinta china sobre papel que se presenta aquí, fue realizado en la época de la guerra. “En ese momento estábamos todos sumergidos en ese tema catastrófico y se había despertado una especie de conciencia sobre lo nacional. Sentí que era la invasión del imperio, y Estados Unidos se plegaba a lo que decía Gran Bretaña”, reflexionó el autor en una nota publicada en 2020 por el diario La Nación.
Figura agigantada
La artista plástica Marcia Schvartz estudió grabado con Aída Carballo y pasó por los talleres de serigrafía de Jorge Demirjián y de pintura de Luis Felipe Noé. Durante su exilio en España, durante la dictadura militar, entre 1977 y 1982 se volcó hacia las costumbres y pasiones de la clase popular. “Retrató a los auténticos protagonistas de los barrios, fueran las vecinas de Barcelona o los habitantes del Abasto, donde vivió cuando regresó a Buenos Aires. Aquella caterva resplandecía en sus lienzos. En 1988, Alberto Laiseca comparó a la artista con Manuel Puig ‘por el rescate de todas las criaturas marginales y despreciadas’ que Schvartz mudaba al centro de sus cuadros”, señala Viviana Usubiaga en un artículo escrito para el Museo Nacional de Bellas Artes.
“Pasados los años el tema Malvinas volvió a ser central en otra obra de Schvartz titulada ‘Bajo Bandera’, que tal vez, no por casualidad, pertenece a la colección personal de Guillermo Kuitca. Es el retrato de cuerpo entero de un soldado uniformado que posa delante de una especie de telón de fondo que es la bandera argentina. Las pinceladas celestes y blancas se extienden en el fondo cubierto de páginas reales, impresos de una suerte de manual militar. Fotos de regimientos, buques militares, testimonios de soldados que defendieron la Patria, la fotografía del General San Martín, dibujos de la bandera, la escarapela y el escudo nacional. Todo ese fragmentado imaginario entre castrense y marcial, patriótico y nacionalista se empequeñece ante la figura agigantada del ex combatiente. Parado en sus borceguíes sobre el extremo inferior de la tela, el soldado anónimo deja ver una de sus manos que sujeta el cinturón con firmeza, el otro brazo queda oculto (no se percibe si lo tiene), mientras sus ojos serena y fijamente, percuten nuestra mirada”, indica Usubiaga en su libro “Imágenes inestables”.