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Sólo el amor puede sostener: la filosofía de la colonia menonita en La Pampa

Volviendo del sur argentino me comentaron de la comunidad Menonita y quise conocerla: fueron muchos kilómetros por un camino de tierra hasta encontrarlos. Las primeras familias que se instalaron en La Pampa llegaron procedentes de México, adonde -un siglo atrás- comenzaron a asentarse en el continente, recién arribadas de Europa.

En su colonia pampeana, que tiene más de cuatro décadas de desarrollo, me sorprendió la prolijidad, la uniformidad, el orden, las casas (todas iguales, hasta las cortinas corridas hacia el mismo costado), una limpieza absoluta. No vi basura por ningún lado: era tal el orden que parecía una maqueta; así como la vestimenta, todos los varones con sus jardineros y sombreros y las mujeres con los vestidos hasta el piso y medias largas. Más allá del calor, también se limitan con los colores entre azul, verde, violeta y negro. Hablan un dialecto alemán y pocas mujeres saben español. En un comienzo pensé que iba a ser difícil establecer un diálogo, ya que los notaba muy cerrados, pero al rato pudimos conversar y me contaron sus historias.La prioridad de los menonitas es trabajar y honrar a Dios. Llevan una vida sumamente sencilla, pero gracias a su trabajo se vinculan con todo el país: se especializan en la fabricación de queso y en la metalurgia, así como también en la confección de su propia ropa. Tuve el honor de conocer sus queserías y comprar los exquisitos y diferentes quesos que me ofrecieron. También conocí los mercados: son ambientes muy grandes, donde está separada la comida de la vestimenta; toda la mercadería está en góndolas y estantes, es muy cómodo y fácil de recorrer.

Ellos no adquieren nuestras costumbres, ya que se consideran peregrinos (así se llaman) en nuestro país, es decir no votan, no se involucran en política, no les interesa aprender nuestro idioma, no utilizan celulares, televisores, ni computadoras.El día de la visita hacía mucho calor y, al no tener electricidad, les pregunté cómo hacían: estamos acostumbrados, dicen al unísono. Pero en los galpones sí tienen grupos electrógenos: allí trabajan.

Me llamó mucho la atención también que todos se manejan con carros tirados por un caballo: no había ningún auto. En caso de urgencia, si alguien necesita un médico o enfermera, se trasladan al pueblo más cercano, que está a 35 kilómetros. Lo mismo sucede con las mamás que están por dar a luz o necesitan al obstetra para sus controles, pero al no tener movilidad tienen que esperar que un remís las pase a buscar. A los tractores les sacan las gomas y le colocan unas estructuras metálicas para no utilizarlos como medio de transporte, sino sólo como instrumento de labranza.Los menonitas son cristianos de origen protestante, y desean que sus hijos sigan con sus costumbres. Conocen a mucha gente del pueblo, pero no quisieran que sus hijos formen familia con ellos porque van a ir perdiendo sus preceptos, que son fundamentales para lograr una vida sana, como me explicaban. Son muy buenos todos, pero gracias, describen.

Sostienen que la electricidad está bien para trabajar. Si la llevamos a nuestra, casa pronto vamos a ir teniendo electrodomésticos, hasta llegar a la televisión y mirar cada día los programas nos puede hacer cambiar la vida: eso es justamente lo que queremos evitar y cuidar a nuestros jóvenes, explican, didácticos.Parece que ante sus dichos no pude disimular mi cara, por lo que se ríe Isaac y me dice: no me mires así, somos raros pero muy buena gente. Le contesté con un abrazo: no lo dudo en lo más mínimo, todo lo contrario, es conocer otra cultura y agradezco su amabilidad

Pude apreciar una comunidad en la que se ayudan unos a otros, en la que el amor a Dios es lo que los mantiene tan unidos. Cuando me fui, había una esperanza nueva en mí: ojalá aprendamos que sólo el amor nos puede salvar en tiempos tan violentos.

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