Me habían contado que ella tiene, como todas las mujeres, una historia singular. Pero en su caso sólo queda la admiración. Cuatro décadas atrás adoptó a las mellizas Jorgelina y Daniela, y también a su hermano Javier, y hoy rememora toda esa historia de resiliencia y ayuda al prójimo ante la inauguración de un hogar que les permitirá a aquellos niños, hoy adultos, seguir contenidos aun cuando sus padres ya no estén.
Así fue que conocí a Gladis García de Medin. Hacía mucho que había escuchado de su historia de empatía, de lucha, de elecciones, de alegrías, de impotencia pero también de perseverancia, sin tiempo para bajar los brazos porque hay mucho por hacer, pero sobre todo una historia de AMOR. Y quisimos que sea su vivencia la protagonista de este número especial de “La Revista del Siglo”.
Quedamos en encontrarnos en un bar, nos reconocimos por la foto de Whatsapp; pedimos un café, puse play, ella me preguntó: “¿Cómo seguimos?”. Contame cómo comenzó tu historia, dije.
El comienzo
“Me casé a los 17 años, soy profesora; siempre quise formar una familia, pero con mi marido se nos hacía difícil tener nuestros hijos biológicos. Así fue que me entero de una beba abandonada en el hospital de Granadero Baigorria gracias a una asistente social: sólo quería conocerla. Sin pensarlo dos veces tomé una mantita y fui hacia el hospital y me encuentro con la bebita abandonada. Le daban mamaderas con suero para engañar el estómago. Sola, entré en Pediatría, impulsada por un gran coraje; al levantar la mirada veo un pizarrón que decía: «La beba lo único que necesita es cariño». Y yo tenía tanto amor para darle: la amé con todo mi corazón desde el primer momento”, relata Gladis.
“Cuando me dan la libreta de nacimiento, leo que tenía una hermanita melliza. La mamá se asustó cuando a esta beba, Jorgelina, llena de granos por todo el cuerpo. Dicen que pensó que se moría y la dejó en el hospital, llevándose a la otra beba, y en realidad le salvó la vida. Y sin pensarlo tomé el colectivo desde Baigorria hasta Rosario, envuelta en la pañoleta que había tejido mi abuela”, añade.
Familia numerosa
Y resume en una síntesis apretada el final del primer capítulo de esta historia: “Comenzamos en Tribunales los trámites de adopción y me contacto con las asistentes sociales del juzgado, que me iban comunicando sobre la mamá biológica que vivía en la calle con signos de oligofrenia y de alcoholemia; el camino fue muy largo y costoso: yo docente y mi marido ferroviario.
Permanentemente había un control en Tribunales sobre la adopción de Jorgelina y un 24 de mayo, al año y tres meses del nacimiento de las mellizas, me comunican que había nacido un hermanito de la misma pareja, que si queríamos adoptarlo nos presentáramos con mi marido. No sólo estaba el bebé sino también la melliza de Jorgelina. Ahí conocimos a ellos dos; mientras Jorgelina ya corría por todos lados, su melliza era una bebita totalmente desnutrida, con estrabismo, necesitaba cirugía rápido. Vendimos lo poco que teníamos de valor para la cirugía, que fue todo un éxito. Y el hermanito, con un grado de desnutrición tan alto que sólo en fotos había visto tal caso. Sin dudarlo nos fuimos a casa, de un solo dormitorio, con los tres bebés, recibiendo regalos de toda nuestra gente. Siendo ellos tres muy chiquitos tuvimos dos hijos, es decir que ya habíamos formado una familia con cinco hijos”.
Más dificultades
“Jorgelina comienza con convulsiones, fue una de las peores experiencias que viví. Realizamos todos los estudios correspondientes, pero siguió así, hasta ya de grande: corríamos al hospital inmediatamente. Nunca nos pudimos acostumbrar a esos episodios”, añade.
“Con el tiempo se notaba la diferencia de ellos con los demás niños; al comenzar el jardín no se desenvolvían como sus amiguitos. Jorgelina no quería despegarse de mí: era llorar y llorar sin integrarse para nada en la salita; Daniela, la melliza, pudo adaptarse rápidamente, pero los tres padecen oligofrenia con esquizofrenia. Jorgelina es la más complicada, es muy difícil y a la vez doloroso cuando ellos, mis hijos, no podían hacer ni comprender lo que los demás niños hacían”, describe Gladis.
Y cuenta más dificultades en este camino: “Comenzamos con ayuda terapéutica de profesionales que nos asistían con los chicos, aconsejándonos que los llevemos a un club para que se puedan integrar con los demás niños. Para Jorgelina fue muy difícil, ya que era imposible cualquier tipo de integración; con Javier y Daniela, a su manera, lograban jugar y comunicarse con los demás. Con Jorgelina pasamos crisis muy difíciles, no sabía expresar su enojo, sólo a gritos y golpes; buscamos todo tipo de ayuda. Daniela y Javier han aprendido a leer y escribir, con dificultades, pero lo han logrado”.
El presente
“Ya los chicos estaban grandes y nosotros, mi marido y yo, comenzamos con problemas de salud. Eso nos llevó a armar una ONG para que tengan un lugar seguro el día que nosotros no estemos y sean «BIEN AVENTURADOS», ellos como los demás niños con dificultades. Y así fue como nuestro ángel de la guarda, como le decimos a Mónica Carey, se sumó a este proyecto. En un principio fue un sueño y ella lo hizo realidad. La conocí siendo profesora de su hija Verónica; era un grupo de chicos muy lindo que más de una vez me acompañaban a mí y a mis hijos a llevar alimentos y ropa a una escuela carenciada. Un día Vero me dice al oído: «¿Qué necesitás? Mi mamá seguro te va ayudar». Y así llegó Mónica a nuestras vidas para hacerla más liviana”, detalla Gladis, quien de inmediato narra lo que siguió: “La hermana Jordán nos dio unos terrenos en Funes que fueron donados por Ricardo Terán con anterioridad, él feliz de poder colaborar con el proyecto, y así fuimos uniendo eslabones con gente dispuesta a ayudar como Agustín Mattos en la construcción del hogar.
Más tarde recurrimos a Mariano Alvargonzalez para la logística y administración.
El propósito también fue formar grupos con papás que tengan hijos con patologías similares, y así desterrar la idea de llevarlos a un internado y, cuando tengan la edad correspondiente, a un geriátrico”0
El futuro
“Hoy la actividad de ellos está basada en el centro de día «Un Lugar», desde las 8 a las 15; luego regresan a casa. La idea es que cuando no puedan o como muchos compañeros no tienen esa posibilidad puedan ir a un hogar de noche, «Bienaventurados» en el cual estamos trabajando. Es un hogar pequeño para ocho personas, con un ámbito de familiaridad y amistad que existe entre los chicos, coordinado por gente capacitada para dicha tarea y también por los padres. Pensamos que a fines de abril ya puede estar inaugurado. Estamos a un paso de cumplir nuestro sueño, de saber que nuestros hijos amados van a tener un hogar para toda su vida en donde se sientan protegidos y amados como lo están en casa, que nuestras palabras fueran escuchadas, que nuestro llanto no fue en vano, que hay mucha gente dispuesta a ayudar! ¡Gracias!”.
Gladis termina el café, ya frío. Pulso stop. Pero me es imposible detener en la cabeza este relato de valor, compromiso, solidaridad y humanidad. Que resuena en cada uno de quienes aportaron su granito de arena y entre quienes tenemos el privilegio de conocer la historia de esta mujer única.
Y como broche final, con la gestión del intendente de Funes, Roly Santacroce, fue otorgada la habilitación definitiva del hogar.
Agradecimientos:
El siguiente es el listado de personas, empresas e instituciones que han colaborado para que este sueño de Gladis fuese posible:
Sr. Federico Arrue
Sra Adriana y Sr Pablo Berestam
Sr. Mario Cáceres
Sr. Walter Castro
Sr. Gabriel Fernández
Sra. Alejandra Gómez
Sra. Graciela González
Sr. Luis María O’Conor
Sra. Sara Orlandi
Sr. Leandro Salvatierra
Sr. Arturo Trini
Sr. Fernando Valenzani
Sr. Pablo Zachino
Sr. Gustavo Scaglione
Sr. Rolvider Antonio Santacroce
Crivel S.A.
Estudio de Arquitectura Mattos.