Humo y cenizas que tornan el aire irrespirable y el cielo gris. Hospitales sobrecargados de consultas por afecciones respiratorias. Accidentes de tránsito provocados por poca visibilidad. Rosario bañada por una lluvia de contaminación que lleva el índice ultravioleta a niveles muy peligrosos para todos. Negocios de la costa, hoteles, clubes seriamente afectados en su trabajo. Y así la lista, harto conocida, podría ser infinita. No nos acostumbremos a este desastre. Pensar que «no nos toca» es un grave error.
Más de 200.000 hectáreas y todo su sistema ecológico arrasados por la codicia infinita de un pequeño grupo de ganaderos y frigoríficos. El artículo 41 de la Constitución nacional tutela el derecho a un ambiente sano y los humedales del Delta son el hogar de cientos de especies vegetales y animales -en suma un treinta por ciento de la fauna argentina- que nos aseguran un ambiente saludable. Aunque no lo notemos directamente este pulmón verde que se intenta devastar es de vital importancia para nuestra calidad de vida.
Los incendios que desde hace tiempo, que desde hace demasiado tiempo vemos noche a noche como heridas en la oscuridad constituyen un crimen ecológico mucho mayor al de muchas industrias sumadas. Apoyemos activamente la creación del parque regional Alto Delta, ley de humedales y/o cualquier otra iniciativa que busque proteger este pulmón vital, protegerlo es protegernos. Preservar el maravilloso delta traerá consigo beneficios directos y participativos a toda la comunidad: turismo, trabajo, educación, cultura, preservación del ecosistema y de los habitantes de la zona y sus costumbres.
Participemos, firmemos las planillas, exijamos a nuestros representantes y así entre todos quizá podamos evitar la lenta muerte de este manantial de vida que ocurre frente a nuestras propias narices.
Buscando en mis archivos encuentro una nota en el mismo sentido del año 2008, han pasado casi 15 años y la situación en vez de mejorar empeora. No hay margen a más dilaciones. Es hora de tomar partido decidida y valientemente por la vida. Salvemos al delta, nuestro hogar, ya.
Miguel J. Culaciati