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Agustina Koch: artista plástica, pura alquimia y magia. El ir por la vida construyendo puentes con su arcilla

«El verdadero milagro de la vida no es encontrarse con uno mismo, que después de todo no es más que una paradoja de quinta…

Lo importante es encontrarse con alguien. Esos efímeros puentes que dentro de este mundo de islas algunos suelen tender; efímeros porque duran muy poco y hechos quizás de la misma materia de la que están hechos los sueños.

Por ahí, cada tanto, en esa horrenda soledad que es la vida, uno liga un puente. Un puente que se puede tejer con un cariño o con un amor; quiere decir que en este mundo donde todas las citas son fallidas, o casi todas las citas son fallidas, en donde casi todo consiste en ir a esquinas donde nadie acude, en donde casi todos los encuentros fallan.

Salvo alguna que otra vez, como flechas luminosas en la noche, en que uno va a una esquina y hay alguien.

Bueno, yo creo que eso merece festejarse y festejarlo con dignidad, y hacer digno ese pequeño puentecito que se ha tendido».

Alejandro Dolina

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Agustina Koch es Santafesina de la capital. Es ceramista y escultora y tiene sueños; muchos. Uno de ellos es vivir la mayor cantidad de vidas posibles.

–¿Qué se siente al moldear una pieza usando arcilla? ¿Es en frio o en caliente?

–Trabajar con arcilla es apreciar la tierra. Me gusta revalorizar lo que el cuerpo puede producir: usar las manos para dar formas. Me interesa que en esa búsqueda de las siluetas, se vean las imperfecciones.  De esa manera se distingue lo original y lo único.

El barro es un gran motor de enseñanzas. La dinámica del tiempo que maneja hace que se desvanezca la inmediatez en la que vivimos. Todo su proceso es otro tiempo.

Su plasticidad se interioriza en mis mundos- el teatro y la escritura- para poder crear esculturas y objetos de uso diario. 

–¿Qué es ser ceramista?

–Ser ceramista es libertad, infinidad de posibilidades. Es alquimia: desde que pienso qué hacer; luego, mientras lo planteo y, finalmente, lo pinto y horneo.

Poder trabajar con arcilla en esta era de la virtualidad, es un privilegio. Es apreciar las cosas que están hechas por manos, con imperfecciones que revalorizan la individuación.

Cada tiempo del proceso es magia. La temperatura del barro es fría y a medida que la vas trabajando adquiere la calidez que transmiten las manos.

Paradójicamente, estas plataformas virtuales me permiten mostrar lo que hago a escala mundial.

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Confieso que me cuesta encontrar a Agustina. Está tan inmersa en su mundo de magia y texturas que no llego a alcanzarla. Quizá ella  comenzó su proceso al inicio de la entrevista y yo lo hago ahora…

–¿Cómo te definís? escultora, ceramista? ¿Ambas?

–Me resulta atrayente no tener que definirme como ceramista o escultora. Poder entrar y salir de los dos mundos a la vez, significa no tener límites.

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Me abre una puerta; entro

–¿Dónde naciste, dónde vivís y por qué?

–Nací en Santa Fe capital. Me fui a los 17 años y regresé a los 30 años. Estuve en varios lugares: viví en  Massia Mara, un parque en Kenya, África. .  En la base del parque, en la casa del maestro de escuela. Fui por un proyeecto de teatro. Tenía 28 años. También estuve en Paris (Francia) en busca de u proyecto que nunca se dio. Viví en Washington DC (USA) en la casa de mi hermano ; quería estudiar inglés en un colegio internacional. Finalmente, regresé  a Argentina. Tuve la dicha de poder viajar y conocer muchos lugares: he visitado Chile, Brasil, Uruguay, Perú , México, Bolivia y muchos bellos lugares de Argentina.

Vivo con mis dos hijos varones, niños pequeños, en las afueras de la ciudad de Santa Fe, rodeada de naturaleza, con calles de arena y cerca del río.

–¿Qué colores predominan tu paleta?

–Me gustan los colores fuertes, hablan de los sentimientos, de las emociones, de la vida.

–¿Cuál es el color de la pieza horneada? ¿La dejás así a veces o siempre la pintas?

–Hay veces en que las piezas quedan crudas, sin esmaltes u óxidos.  Dependiendo del tipo de arcilla, generalmente,  no hay necesidad de agregar nada.

–¿Formas preferidas?

–Me agradan las formas orgánicas.

–¿Qué es lo que más te piden?

–No hay algo en concreto que me pidan. Como tampoco una distinción real entre si es práctico, útil o conveniente. Cada quien le da el uso que le parezca,  más allá de su propia forma. Me gustan las historias que estos objetos cuentan;  es eso lo que se busca.

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Te veo, ahora, Agustina.

La descubro entre sus piezas, sus manos acariciando la arcilla ya caliente, y transformando ese barro en una mujer, una tasa, una flor o un abstracto.

–¿Qué amas? ¿Qué no te agrada?

–Amo a mis hijos, a mis amigos. Amo la naturaleza. Amo el teatro, la música, los libros, y todo lo que me de pulsión de vida.

No me agrada la resaca… de lo que sea que simbolice.

–¿Sueños?

–Sueño con ver las Auroras Boreales, comer tomates en Grecia, viajar en globo aerostático, vivir un tiempo en Cerdeña. Vivir tantas vidas como pueda.

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Somos: ella es la que me moldea, me lleva por su mundo de barro y transformación. Me dejo atrapar por la magia de ver sus manos calentando la arcilla, dando vida…

–Santa Fe: ¿Es cuna de genios?

–¡Hay mucha gente del arte talentosa!

–Te dan ganas de quedarte en Argentina o de irte, digo…hay lugar para el artista aquí?

–La búsqueda de nuevos horizontes es permanente. No sólo porque me gusta seguir creciendo en lo que hago,  sino también porque vivir en Argentina nos ofrece esa posibilidad todo el tiempo. La realidad hace que no se pueda estar muy tranquilo. Aún así, si en algún momento tuviese que irme, lo haría.

–¿Entonces?

–Son épocas de abrir espacios y es complicado. De hecho, en la actualidad,

se siguen utilizando espacios culturales como dispensarios de vacunas. De todas formas considero que las puertas nos las hacemos nosotros mismos.

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Coincido. Yo no veía la puerta y la construí con ella en la nota. Su generosidad me hizo pasar a su mundo y soñé , por un rato, que estaba en Grecia comiendo tomates.

Copyright 2022 María Cabeza