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«Yo sola me traje a pasear, que hermosa compañía»

Por Lara Schlaen

Mi amiga Cami duerme porque anoche salió y volvió muy tarde. Me preparo unos ricos mates y comienzo el día leyendo un libro que se titula Adiós cachorra, el gato da vueltas por la casa y cada tanto me pisa los pies, es negro y con olor a perfume.

Estoy en Buenos Aires, ciudad donde viví largos años de crecimiento y descubrimiento, de felicidades y angustias, de soledad, encuentros, y búsqueda constante de algo que parecía ser muy alentador.

Hoy vengo de nuevo a recordarme, a encontrar esa Lara que quedó atrapada en esos años atrás y todavía no puede salir. Vengo a tomarme de la mano y traerme al presente, a volver a mí y animarme a volver a empezar.  A estar viva del todo y juntar esas partes que quedaron algunas tiradas por estas calles, en algunas plazas, esquinas y algunas avenidas.

Hoy el día está gris y la calma vuelve a invadir mi corazón. Acá estas, con esta nueva versión que hiciste de vos, con tus virtudes y tus errores. Con tus dolores y tus fantasías. Abrazate y elegite porque tu camino es único, no es lo que querías o deseabas, no es tal vez lo que hubieras elegido pero es lo que creaste, lo que lograste hacer solo vos y es único. Nunca se volverá a repetir y tiene tus huellas.

Estás en el lugar correcto dicen algunos libros, y creo que no hay correcto o incorrecto, creo que estoy y eso es lo que importa, que estoy viva y despierta con mi experiencia en las manos, en la cara , en los pies y en el corazón, y que con todo eso me muevo, hablo, transmito y decido dar mis próximos pasos.

Son las 9:37 de un domingo nublado, el mate está justo, se ve el humo salir por encima y parte de la yerba está seca todavía. Veo plantas por fuera de la ventana y esta casita pequeña, cálida y creativa tiene ese no se que, que te acoge amablemente. Una manta abriga mis piernas y pienso en la clase que tomé el viernes a la noche. La compartí con mi amiga Ampi, nos reímos de nosotras volviendo al movimiento, conectándonos con la danza y con nuestra amistad un poco olvidada. Nos veíamos a través del espejo, la imagen distorsionada que podemos observar. Abrazadas e íntimas, una pegada a la otra caminamos por las calles oscuras de Colegiales. A los empujones y las carcajadas llegamos a su piso por Av. Libertador al fondo, las luces de los autos invaden la avenida ancha y transitada. Y la sombra de los altos edificios nos devuelven pequeñas.

El sábado muy temprano comencé mi caminata larga por todos esos lugares que solía transitar. Decidí dejarme llevar y mis pies se movían solos, sabían perfectamente hacia dónde ir, dónde doblar, hacia dónde cruzar y qué camino tomar. Solo los dejaba moverse y de pronto se asomaban estatuas, esquinas, bares que me atravesaban completamente y me hacían viajar diez años atrás en un instante. Y ahí estaba yo a los 20 juntando fuerzas, valor, decidida a pisar firme y continuar mi viaje. Cómo si el tiempo nunca hubiera pasado, como si nunca me hubiese ido, ahí estaba viajando en el tiempo, iba y volvía en una especie de trance, las lágrimas salían solas y sin retenerlas dejaba que todo pase. Por momentos me sentía mareada, perdida sin saber si era lindo o triste al fin. Y paré en una librería que visitaba con frecuencia, con olor a café y a tranquilidad. Se escuchaba la música sonar de un violinista que estaba en la puerta animando a los visitantes, turistas en general a disfrutar el paseo. El sol brillaba, asomaba el calor del mediodía y las hojas verdes de los árboles se movían suaves acompañando la brisa. Me senté afuera y crucé las piernas, entendí que hoy estaba más entera y fue agradable, hoy me descubrí sola y más armada, hoy pude y llegué acá por mis propios pasos desordenados tal vez, un tanto tumbados pero llegué. Me sentí plena, entendí que ésta era mi meta, sentarme en estas mismas sillas, en este mismo lugar porque yo sola me traje a pasear, que hermosa compañía.