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Débito directo

Cuando una nueva carta pasó bajo la puerta, sintió que el estómago se encogía, y un tenue dolor lo incomodó. Ya eran muchas y en todas reclamaban lo mismo.

Pensó en su abuelo que había venido de Italia en busca de la América, trabajó en el Ferrocarril, logró hacer su casa chorizo, mantener una familia, ser un hombre “de bien” ¿es que acaso uno es un hombre de mal?

La primera cartas parecía en joda, por eso no le dio bola, “el estado ha perdido el juicio por la caída de una torre de alta tensión con un costo de treinta millones de dólares, que divido por treinta millones de habitantes a usted le toca pagar…”.

No, seguro se equivocaron ¿cómo voy a tener yo que pagar algo que el estado…?

Cuando llegó la segunda se fue a reclamar a la oficina de la “Secretaría de afines y múltiples acciones de la gestión formal”, entró en un edificio derruido, subió tres pisos interminables por escaleras; al final del pasillo lo atendió una señora, bajita, con el cabello rubio teñido y un chalequito de lana en los hombros que ni levantó la vista de las uñas que se pintaba con esmero. Eso no lo amilanó e hizo el reclamo.

-¿Usted dónde nació?

Acá, en Argentina

-O sea, usted es argentino

-Si, lógico.

Sin levantar la vista de la media luna blanca sobre el rojo dijo.

-Por eso, lógico, usted vive en un país con un gobierno democrático y según le enseñaron en el colegio, el gobierno es del pueblo, somos todos parte del gobierno, por ende, lo que debe el estado, también lo debe usted

– ¡Pero!, ¡pero!

-Por favor, se terminó, que pase el que sigue- dijo al aire, mientras miraba su obra maestra.

“Por cargo gastos de viaje comitiva presidencial a Europa ciento ochenta personas, con cena en “Maxim” 0,50 de dólar Per capita, indemnización por cargo, ajuste por redondeo…”

Comenzó a leer leyes y jurisprudencia, en algún lugar debía estar el secreto, no podía pagar los reclamos.

¿nadie se quejaba?

Defensa del consumidor lo llamó golpista.

Finalmente, encontró la solución, se fue al supermercado y compró comida por trescientos pesos, agarró la boleta, la puso en un sobre y se la mandó a la Secretaría de…

Si yo soy parte del estado y el estado es parte mía, yo me hago cargo de las cagadas que ellos hacen y ellos se hacen cargo de las mías.

Pasaron los días, un miércoles le tocaron la puerta de calle; cuando atendió, un señor de camisa y corbata le entregó una cédula en la que lo citaban a concurrir a la casa de gobierno ese viernes, bajo apercibimiento de enviar a la fuerza pública en su búsqueda en caso de incomparecencia.

¿Y ahora? se tenía que ir a Buenos Aires, dejar de trabajar, quién iba a pagar el viaje; encima, este gasto extra, ya el sueldo no alcanzaba, se estaba endeudando. Se puso nervioso, el estómago se lo hizo sentir nuevamente, y si mandaban la fuerza pública, por ahí caía en cana en una celda en la cárcel, quién sabe cuándo volvía a salir; además, con la fama que tienen los presos, enseguida te ponen el portaligas… rápidamente, compró un pasaje de ómnibus para el viernes.

La Casa de Gobierno le impresionó, mucha gente caminando por los pasillos, fue de mostrador en mostrador hasta que llegó al tercer piso, lo hicieron sentar en un sillón. Por una puerta lateral aparecieron varios mozos con té, triples y masas, que circulaban a distintas oficinas, eso lo distrajo un segundo, pero, al siguiente, comenzó a calcular la cantidad de empleados, de mozos, cuántos triples a $40 la docena, las masas ¿cuánto voy a tener que pagar por todo esto?

-No me ofrecieron nada, manga de hijos de puta-. Estaba por atacar un mozo, cuando se abrió una puerta, lo hicieron pasar a una oficina donde lo atendió el secretario privado del vocero del subsecretario, que, mientras tomaba un té con dos bombas de chocolate, sacó su carta con la boleta del supermercado y se la puso delante de la cara.

– ¿Esto, qué significa?

– na…nada es la boleta del supermercado

¿Cómo la boleta del súper?

-y…si.

Se sintió indignado y explotó.

-lo que pasa es que tengo la pelotas rotas que me vivan cagando, estoy lleno de deudas que ustedes me quieren hacer pagar, viven como reyes y yo me cago de hambre.

-Pero no, mi amigo, no se ponga así, el sistema es perfecto, todo se encuentra controlado y se recicla automáticamente, todo lo que va, vuelve en servicios a la comunidad, lo que es del pueblo vuelve al pueblo.

Y mientras decía esto, se mandaba una bomba de chocolate de un solo bocado

-Hummm…, este chocolate me va a matar, es suizo, me lo traen especialmente para estas bombas, todos los días por Swis-air, ¿en qué estábamos?…ah, si, su preocupación por la cuenta del super.

-No, por la cuenta del super no, por todas las boletas que me llegan de los gastos y cagadas que ustedes hacen.

– No, no, yo le explico, es todo un sistema de circulación monetaria, que con los empréstitos, sumado al residuo del pacto Roca-Rouseman logran que los bonos serie dos mil quince coticen a setenta y ocho con quince.

– Pero; ¿y la guita de los impuestos no es para los gastos del estado?

Bueno, en un sentido figurado, tenga en cuenta que la funcionalidad de la globalización ha hecho que…

Pero, vamos a solucionar su problema.

Un rayo de luz iluminó el cerebro de este pobre contribuyente y se alegró pensando que alguien iba a defender sus derechos, que el estado daba respuesta a sus inquietudes.

-Mire mi amigo, usted se me va acá abajo, al primer piso, oficina del fondo, ahí la busca a Coca y le dice que le haga un débito directo.

¿Un débito directo? ¿eso qué es?

Una tarjeta amarilla muy bonita para pagar las cosas con débito directo, así no tiene que molestarse con nada más.

  • Ahh, que bueno, yo compro y pago con la tarjeta.
  • Efectivamente, usted va, paga con la tarjeta y ya está.
  • ¿Y el estado se va a hacer cargo de mis cuentas todos los meses?

– En sentido figurado, nosotros vamos a estar al tanto de sus necesidades, pero por una cuestión de estructura de índices al consumidor, los gastos de la tarjeta se le van a descontar de su sueldo.

-¿O sea, lo voy a tener que pagar yo?

– Bueno, solo en cierta manera, el sistema permite que luego esos gastos pasen al INDEC, finalmente, de los egresos que el estado le manda se hará un descuento por redondeo, que a la larga, se absorberá y licuará a través del debito directo en reintegros bianuales según el índice Down-John.

Cuando salió de la Casa de gobierno, se tocó el bolsillo donde estaba la tarjeta amarilla; la sacó, la miró y pensó “debito directo, ya no saben que inventar estos tipos”…