Press "Enter" to skip to content

Lástima

Era la cuarta modelo que cambiaba en tres meses, todas eran muy parecidas; flacas estilizadas, narigonas y de tetas chupadas; seguro existía un clisé para modelos de pintores, necesitaba algo distinto, más exuberante, sin ser “Botero”.

Se encontraba en una encrucijada, no sabía dónde buscar.

Leyendo los clasificados, se acercó a la sección “servicios personales” y un aviso le llamó la atención:

“Promotora especializada, servicio completo, todas las poses”, y dejaba un teléfono.

Recordó cuando estuvo ojeando una revista de carreras, donde aparecían varias fotos de promotoras, con calzas pegadas al cuerpo todo curvas y rayas; no lo dudó y concertó una cita.

Cuando la vio aparecer tuvo un momento de zozobra, se atragantó con el café, estuvo a punto de escupirle la pelada al tipo de la mesa de adelante.

Morocha, metro setenta y ocho, ojos cafés, llena de curvas y sensualidad.

–Hola, yo soy Samanta.

Luego de una explicación detallada de las necesidades artísticas, fueron al atelier; Armando estaba entretenido preparando la tela y acomodando los pinceles, cuando se dio vuelta. Samanta estaba en el sillón, en cuatro patas, apuntándolo con dos nalgas perfectas que masticaban una tanga muy chiquita, que se perdía en una nuez afeitada. Tuvo que respirar profundo para recomponerse y explicarle la pose que necesitaba; le acercó una sábana que cruzó como una ninfa griega dejando el desnudo un pecho. Tomó su pincel y comenzó a trabajar, pero no pudo sustraerse de sus pensamientos:

“Es una máquina infernal, no se si voy a aguantar. Pero soy un profesional, primero y sobre todo la ética del artista nada de cosas raras. Que fiesta me haría con esta morocha, podría empezar por los cachetes y dejar correr mi ratón que ya esta enloquecido. La pondría a bailar en bolas y desde abajo le tiraría con el chorro de una botella de champagne, con música sensual. Por favor, me esta volviendo loco”.

–Maestro, después, si quiere, le hago unos masajes completos que lo van a dejar re-tranquilo …

–Si, no te preocupes, después vemos. ¡Lástima! Y corrigió la pintura con un trapo.

La mente no dejaba de crear situaciones eróticas:

“Sólo imaginarla caminando por la cama en cuatro patas con la boca entreabierta con una camisa larga que apenas le tape las nalgas. Mejor me concentro en la pintura, sino va a salir un desastre. Tendría que pintarla con calzas amarillas y una remera mojada, los muchachos del café se tirarían debajo de la mesa ¡qué lindo! A esta edad ya quedan pocas oportunidades de algo tan sexy. Puta, se me corrió el azul”.

–Tesoro, también conozco un montón de técnicas y posiciones distintas…

–Sí, pero después lo vemos. ¡Lástima! Y arregló un pincel.

Carraspeó varias veces y se concentró en la pintura, en el color, en darle vida a ese cuerpo, a trasmitir su sensualidad.

–Profe bombón, estoy cansada, por que no venís conmigo y me haces unos mimos para sacarme la tensión

Dijo la morocha estirándose en el sillón y apoyando la mano en el almohadón de al lado para que se sentara.

–Si Samanta, ya te escuché, puta qué lástima; dijo, volviendo al trapo con thiner.

–¿Querés un té? – Preguntó atragantado

–No, quiero que vengas, me resultas muy tierno y divertido. No te voy a cobrar un peso extra de lo que hablamos.

–Si claro, lástima…

–¿Lástima qué?, dijo con fingida violencia.

Armando se quedó mirando con cara de perro abandonado, una lágrima fue surcando su mejilla izquierda y formó un pequeño río en un macizo de gardenias blancas en los restos de pintura, y dijo:

–Lástima que hace dos meses me operaron de la próstata.

- -