Miguel Culaciati, escritor, periodista, fundador de Valor Rosario, llevó adelante el miércoles pasado una conferencia «Celebrar Rosario, nuestra historia como faro del presente» en el marco de las actividades por los 170 de la declaración de Rosario como ciudad.
La misma se llevó a cabo en el Museo Municipal de Arte Decorativo Estévez con gran concurrencia de público. En exclusividad para la Revista del Siglo esta nota «Volver a ser Rosario» en la que destaca la valiosa esencia rosarina.
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“Yo soy un pez, y he sido niño y nube; por tus calles, ciudad, yo fui geranio. Bajo algún cielo gris fui la dulce lluvia, la aurora, lo nocturno, lo imposible.,”, dice Carlos Cano en una bella canción.
Entre todos, entre cada uno de nosotros hacemos una ciudad: esta ciudad. Le damos aliento, forma y vida a la Rosario “del silencio que huele a poesía sobre el rosedal “. A esta trama de calles, avenidas y plazas pujante y, hasta hace no tanto, también mansa, de costumbres dulcemente pueblerinas.
Orgullosamente hija de su propio esfuerzo, a la que nadie le regaló absolutamente nada. Tierra donde flameó por primera vez la celeste y blanca y que eligieron hace no tanto miles de abuelos para sembrar con sudor e inteligencia sus barrios, sus sueños de vida y de grandeza.Rosario, capital de la movilidad social, se fue construyendo asombrosamente, contra todo pronóstico, sin ser subvencionada por poder alguno, más bien combatida. Con impresionante espíritu emprendedor, esa rústica aldea a orillas del Paraná creció y duplicó su población e índices de crecimiento en breves períodos: de 1869 a 1887, de 1887 a 1895 y de 1914 a 1926.
Paso a paso, con gran lucidez y sentido de pertenencia, se cristalizaron una a una las obras que en un inicio parecían utopías inalcanzables. Rosario se fue consolidando como una ciudad amable, culta y a la vez dinámica y progresista. Inmensamente generosa con quienes desde fuera y dentro del país llegaban a forjarse un futuro.
Aquél pobre caserío entre barrancas y calles de barro se convirtió en unas pocas décadas en una metrópoli que perfectamente competía con las urbes más modernas y desarrolladas del mundo.
Teatros, museos, instituciones educativas y de salud de primer nivel. También industrias diversificadas, comercio, desarrollo agropecuario, etc.
Nuestra casa grande fue, en base a pautas básicas de orden, respeto y desarrollo, forjando personalidad y cualidades que nos fueron otorgando argumentos para sentir orgullo de ser rosarinos.Una ciudad moderna, fecunda como pocas en artistas, deportistas y profesionales brillantes. Una más que saludable combinación entre todo lo que brinda una gran urbe y a la vez con calidad de vida de “pueblo grande”.
Qué cosas sucedieron Rosario que hoy regreso a vos y no logro reconocerte? No te encuentro en la desgarradora violencia que inunda las calles, en las miradas contaminadas de desconfianza y recelo. No estás en la dejadez y el atraso, menos aún en la resignación y la tensión que contamina el aire. Tu gente ya no camina despreocupadamente por barrios y plazas, no se ven niños ni ancianos disfrutando en paz y ese espíritu hacedor que inspiró a los pioneros, está dormido, quizá por haber sido reiteradamente castigado por políticas que ven al emprendedor como un sujeto vil a perseguir por parte de la siempre creciente burocracia.
La visión de grandeza y entrega que fue la simiente de tu fuerza, brilla por su ausencia. Para que esa falta del orden más básico y desidia no conviertan a Rosario de una ciudad de inmigrantes a otra de emigrantes el verbo a aplicar, justamente, es volver. Regresar a las fuentes. A esas pautas de justicia y orden mínimo. De premios al hacedor, al mérito y castigo al destructor, al parásito. Apoyo al que emprende y no al amigo del poder.
Frecuentemente volver la mirada hacia la historia nos brinda pistas claras para retomar un camino extraviado.
Volvamos a la bella esencia rosarina como quien retorna a la casa de la infancia, abandonada o descuidada por algún tiempo.
Porque, de esta ciudad podremos irnos pero no alejarnos y porque nuestros hijos merecen una Rosario que vuelva a brillar , una Rosario en paz, una Rosario mejor.
Miguel J. Culaciati