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«Afuera estaba oscuro». Entrevista a Horacio Dobry

«Afuera estaba oscuro. Crónicas pandémicas» habla de ese afuera que nos invita a una mirada interior, una mirada a las emociones por las que el autor ha transitado durante este año de confinamiento y del que han surgido estos «relatos y estampas cóvicas». Desde la perspectiva del psicoanálisis, Horacio Dobry narra estas crónicas que hablan de su propia cotidianidad durante el confinamiento y de las diferentes situaciones que se presentan en este particular contexto.

PROXIMANTE EN LAS LIBRERIAS DE ROSARIO

PRESENTACIÓN “AFUERA ESTABA OSCURO”

Es una alegría enorme estar aquí, esta noche, en la presentación de este libro tan raro, hermoso, divertido y original. Porque este libro no es ni un ensayo, ni una tesis, ni un cuento, ni un poemario… aunque reúna un poco de todo y además contenga bellísimas ilustraciones. Tampoco es un ejercicio de auto-ficción. De ficción sí, pero no de auto, es lo menos auto que hay, aunque hable a partir de él. Este libro nació de una urgencia, y como dice su autor, fue su tratamiento frente al surgimiento masivo de la angustia fruto de la irrupción de la pandemia. No es, por tanto, una selfie, porque esa angustia no la produjo un acontecimiento en la pequeña historia de su autor, sino que se trata de la ficción como respuesta a algo que le pasó al mundo entero.

Le debemos a Horacio la generosidad de compartir con nosotros lo que fue la escritura de estas crónicas en el mismo momento que eso estaba pasando. Lo digo porque hoy, 6 de noviembre de 2021, esa irrupción ya pasó, y por tanto algo se ha vuelto a cerrar. Ya no estamos bajo el efecto fulminante de esa perplejidad… Y también le debemos el haber querido juntarnos hoy aquí, que como muy bien recordamos, fue lo que no se podía hacer en ese entonces. Confinamiento era su nombre.

¿Qué pienso entonces de ese extraño y hermoso libro? Empecemos por el título, que es siempre una suerte de nombre: Afuera estaba oscuro. El afuera, el mundo en silencio -que no muerto- la oscuridad, la dificultad de ver, pensar, comprender. Esa inquietud en forma de rayo, bien podría ser una definición de la angustia. La angustia, decía Lacan, es el afecto que no engaña. La angustia es aquello que nos sitúa afuera, en un afuera del tiempo y el espacio. Estuvimos, en ese entonces, suspendidos en un raro espacio con las coordenadas temporales trastocadas. Entonces Horacio lo primero que va hacer es reconstruir la línea del tiempo. Este libro, escrito en forma de diario surrealista, nos introduce en otra medida del tiempo. Así los días van a ser renombrados y van a llevar inscrita la sensación subjetiva de su duración y de su inquietante salida del calendario. Un lunes y un domingo ya no se distinguían. Un viernes por la noche podía emerger cualquier martes al mediodía. Descoloque entonces temporal.

Esta después el espacial. Las crónicas incluyen relatos de sus salidas permitidas a comprar insumos al escenario casi extraterrestre de su querido barrio, a los paseos en horarios permitidos en la desescalada. Desescalada ¿recordáis esa palabra? Las colas con la distancia de seguridad nos hicieron mirar por primera vez a nuestros vecinos, los consejos de lavar hasta el último pepino, las excursiones a los conteiners, ¡el yoga! ¡bendito yoga! Son cosas que formaban nuestro nuevo escenario y que constituían un nuevo mapa de la ciudad. Las calles vacías, las avenidas vacías, la ausencia de coches, la presencia de los jabalíes… descoloque del espacio.

Afuera del tiempo y del espacio nos devolvió a un adentro, que tal como Horacio testimonia devino una fuente muy potente de su inquietud. Adentro, yoconmigomismo, así todo junto, es como lo llama. De repente no hay salida, uno se reúne con ese yoconmigomismo. Nada sencillo. ¿Porque qué somos si no estamos en relación al otro, al afuera, a los tiempos y al espacio del mundo? Ese silencio del cuerpo devino un ruido ensordecedor. Pues bien, esa hipérbole del yoconmigomismo lo que me parece que alumbra es precisamente el vacío que contiene. Revela la función del narcisismo como pura defensa frente al exterior. Por tanto, la pandemia, dio una estocada profunda a nuestro narcisismo. El yo tambaleó, y con él, nuestro cuerpo. Y es justamente en ese estado, en el estado donde ya no podemos afirmar tan tranquilamente nuestra unidad y nuestra separación con el afuera, que, empujados por la angustia, vamos a poder ingresar en zonas donde normalmente evitamos a toda costa entrar. Ese tambaleo fenomenal de la defensa, ingresó a Horacio en un escenario nuevo. De repente, todas las inhibiciones habidas y por haber para seguir aplazando un deseo de escritura, cayeron. Un nuevo ordenador apareció y ni los accidentes domésticos del café con leche, pudieron refrenar el impulso de las crónicas.

El humor -su espada predilecta-, la crítica, el frenesí, afilaron la pluma que relató día a día, las situaciones tragicómicas, la oscilación del amor al odio, del insomnio al cansancio, del ahogo a la tristeza o la rabia… y también el ingreso del lazo con los otros en formas nuevas: lo imprescindible que se nos hizo internet, el zoom, el teléfono…

Es muy interesante la apasionada contienda entre él –ese yoconmigomismo- y la clase política. Esa gente que tiene por misión establecer el bien común y tomar decisiones respecto a nuestro cuidado. Porque se nos hizo más claro que nunca que estamos en manos de los políticos. Que son ellos los que deciden quien puede ingresarse y quien no, los que determinan los estados de alarma y la normativa excepcional a la que, de golpe, fuimos sometidos. Pero el libro también es una invitación a revisar cómo estamos haciendo las cosas. Todo esto en medio de su vicio a los periódicos de medio mundo, que nombra como su adicción a la ignorancia. Las cifras se soltaron, andaban sueltas, ¿qué carajo median? la locura se hizo cotidiana. Antes de tener tiempo a reponernos, un nuevo comunicado, en dosis quincenales, nos instalaba una nueva cuadricula de movilidad semanal: nuevos horarios, nuevas normas.

Las viñetas con la policía son desternillantes: el absurdo llevado a cotas casi inalcanzables (aunque toquemos madera porque nunca se sabe). Una de las crónicas hablaba de algo desagradable que me pasó. Al leerlo, además de hacerme reír mucho, recordaré a que punto tuvo un efecto balsámico, y lo requetebién que me hizo no sentirme tan sola.

El psicoanálisis en estas crónicas emerge como la herramienta fundamental del autor para tratar de poner luz al caos. Encontrareis conceptos del psicoanálisis explicado de la forma más cotidiana y divertida: así, por ejemplo, el plus de goce, el empuje al más, siempre más, el rechazo a la castración, el sujeto dividido, o el furor sanandis freudiano… serán esclarecidos a través de anécdotas rebosantes de ironía y humor. De golpe, leyéndolo, sin darnos cuenta, hemos adquirido una nueva adicción: su devoración sin pausa.

Este libro está exento de esperanza. Es quizás una de las joyas de su valor. Esperanza no la hay, y, no obstante, no es un libro cínico, ni apocalíptico, ni deprimente, ni suicida. Muy al contrario, sus páginas destilan vida, deseo y amor. Esa luz que viene de la mano de la poética que Horacio es capaz de extraerle a la situación, es la alegría de la que os hablaba, porque no es ingenua ni idealizada… porque ese rayo de luz está arrancado de las tinieblas, de ese afuera, que, como en un juego de espejos, nos trajo al adentro, al inevitable vínculo con nuestro yoconmigomismo. Horacio se sumergió en la transmutación alquímica de hacer de esa inquietante conmoción un ejercicio de despertar; de cuestionarse cómo estamos haciendo las cosas. Este libro es un espanta prejuicios y una invitación a dejar de esperar no sé qué, y a que cada cual encuentre, por la vía de su deseo, una forma de luchar, resistir y sobre todo, de jamás desistir. ¡Gracias Horacio!