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Moira Cristiá presenta su libro AIDA. Una historia de solidaridad artística transnacional (1979-1985), editado por Imago Mundi en 2021

Moira Cristiá es rosarina, estudió Historia en la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR antes de instalarse una década en Francia. Entre variadas experiencias laborales y vitales en París y Lorient (Bretaña, costa oeste de Francia), Moira completó un máster y un doctorado en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (EHESS) de la ciudad luz. Volvió a Rosario y ahora es investigadora de CONICET en el Instituto de Investigaciones Gino Germani (UBA) donde integra el Grupo de Arte, Cultura y Política en la Argentina Reciente. A principios de 2021 salió publicado su segundo libro: AIDA. Una historia de solidaridad artística transnacional (1979-1985). Para invitar a su lectura, Revista del Siglo conversó con ella sobre cómo se desarrolló esa investigación, sus derivas y resultados.RdS- Nos comentabas que la investigación se encausó por un encuentro fortuito ¿Cómo fue?

MC- Sí. Una investigación se inicia con una pregunta, con una búsqueda por entender un proceso, pero luego ese camino que emprendemos es sinuoso y, a pesar de la imagen de orden y método que es la base de la ciencia, también está plagada de azar y de encuentros fortuitos. Era septiembre de 2015 y yo estaba empezando a garabatear un tema de investigación nuevo, que iba en cierta continuidad con mi tesis de Doctorado. En mi casilla de mail me llegó, como siempre, la programación de la Maison de l’Amérique latine y allí encontré una mesa redonda que iba en línea con mis búsquedas. El tema era sobre los comités de solidaridad franceses con Chile que se organizaron tras el golpe de Estado de Pinochet. Fui y escuché el conversatorio, en una sala repleta de franceses militantes de los setenta, es decir, de protagonistas de esa historia, y de unos pocos investigadores. Al terminar, levanté la mano y pregunté por la solidaridad de los artistas y, en particular, por cómo lo había vehiculizado AIDA. Algo había leído en el libro sobre el Siluetazo de Ana Longoni. Ella, además, me había dicho que sabía por Esteban Buch –quien investigó la gira de la orquesta de París a Argentina en 1980– que había archivos inexplorados sobre esa asociación en París. Desde el escenario me respondió el editor y gran activista por América Latina François Gèze y me dijo que podría decirme aún más alguien que estaba en el fondo de la sala. Era Liliana Andreone, una abogada argentina que desde su exilio en París en 1976 trabaja en el Théâtre du Soleil. Ese encuentro fue fundamental para lo que siguió. Ella fue la primera entrevistada, quien me vinculó con otros ex integrantes de la asociación y me abrió los archivos que se guardaban en el predio de esa compañía de teatro (La Cartoucherie).

La Cartoucherie, hogar del Théâtre du Soleil en París. Fotografía: Moira Cristiá, febrero de 2016.

RdS – ¿Cómo habías llegado hasta ahí? ¿Podrías contarnos brevemente tu recorrido?

MC- Al terminar la carrera de Historia en la UNR en 2006 me fui a París. El primer año fue más bien exploratorio, de adaptación con el idioma y el entorno, luego me inscribí en l’École des Hautes Études en Sciences Sociales donde hice el máster y doctorado en Historia y Civilizaciones. Obtuve entonces una beca de cooperación entre Francia y Argentina que se llama Saint-Exupéry por dos años. Luego trabajé de recepcionista en un hotel boutique, cerca del métro Odéon, por un año y medio hasta que –pilas de postulaciones mediante– fui seleccionada para un puesto de enseñanza e investigación en la Universidad de Bretaña Sur. Entonces me mudé a Lorient, en teoría por un año, pero terminé quedándome tres años trabajando en esa universidad. Volví a París en 2014 con un puesto similar en la Universidad Paris 3 Sorbonne-Nouvelle. Y, luego de una transición en la que me incorporé al Instituto de Historia del Tiempo Presente (IHTP) como colaboradora científica, volví a Argentina con una beca posdoctoral de “reinserción” de CONICET. En ese intervalo de tiempo fue ese encuentro que les comenté. Y antes de mi regreso hice una parte del trabajo de archivo en la Cartoucherie, en un ámbito de solidaridad e internacionalismo increíble, gracias a Liliana.

Retrato de Salvador Allende y Pablo Neruda colgado en las oficinas de la Cartoucherie y dedicado a Mnouchkine por exiliados chilenos: “Querida Ariane: Gracias por la solidaridad y la disponibilidad mostradas hacia nuestras luchas y nuestras esperanzas”. Fotografía: Moira Cristiá, febrero de 2016.

RdS- ¿Qué fue AIDA y cómo surgió?

MC – La Asociación Internacional de Defensa de Artistas víctimas de la represión en el mundo (AIDA) se fundó en 1979 en París, ante la preocupación por la cantidad de pintores, fotógrafos, cineastas, actores, caricaturistas, músicos, escritores, etc. que sufrían censura, prisión o, incluso, desaparición en distintos países.

En el llamado a la asamblea para crear una fuerza conjunta que los defendiera se convocó “a todos los artistas del mundo a unirse”. En esa expresión resonaban las primeras palabras del Manifiesto Comunista, situándose en una larga tradición de las izquierdas y retomando esa estrategia internacionalista del proletarismo clásico. Su estructura era transnacional en tanto constituyó comités en distintas ciudades y países: en pocos meses se extendió a Holanda, Bélgica, Suiza, Alemania y, más tarde, a Estados Unidos. AIDA era además “transartística” ya que apuntó a atravesar las fronteras entre las disciplinas del arte, defendiendo a cualquiera que fuera víctima de la represión por su producción artística, e incorporando todos los lenguajes en sus prácticas.

RdS- ¿Se trataba sólo de artistas que defendían a sus pares?

MC- Si bien buena parte eran artistas de distintas áreas, especialmente de las artes escénicas, la profesión no era una condición excluyente para asociarse. Había miembros muy activos que eran, por ejemplo, abogados, pero sí era condición para los casos a defender. Lejos de pensar que las vidas de los artistas valieran más que las de otros, esta decisión era una estrategia política, un modo de mostrar “la punta del iceberg” –como ellos afirmaban– para intentar tener impacto. La especificidad de la asociación era, además, visibilizar esa injusticia con sus propias herramientas, ideando nuevos modos de intervenir políticamente para presionar de manera eficiente y creativa por la libertad de expresión y por la liberación de artistas.

Postales creadas solidariamente en la campaña por 100 artistas argentinos desaparecidos, Holanda, 1982. Archivo de AIDA-Paris, la Cartoucherie.

RdS- Cuando llegaste a este tema ¿qué te interesaba específicamente?

MC- Durante mi tesis de Doctorado, en la que investigué sobre el imaginario peronista en los años sesenta y setenta [y que se publicó en 2016 como Imaginaire péroniste. Esthétique d’un discours politique (1966-1976) por Presses Universitaires de Rennes], ya había rastreado y analizado algunas circulaciones de artistas, imágenes e ideas entre Europa y América Latina. Mi proyecto posdoctoral buscaba centrarse en esos flujos transnacionales para pensar cómo el imaginario centrado en la revolución de fines de los sesenta y principios de los setenta era desplazado en pocos años por un discurso visual anclado en la defensa de los derechos humanos, correspondiendo a un cambio de época en ambos lados del Atlántico.

Mi idea original era explorar una serie de experiencias que pudieran dar cuenta de esa transformación que va de la mano de las interrupciones de procesos de efervescencia revolucionaria en el Cono Sur por los golpes de Estado que se sucedieron, el exilio de miles de personas y la reconversión de la militancia en ese marco, pero también de otros procesos que atravesaba Europa. AIDA iba ser un caso de estudio entre otros en aquel proyecto mayor que presenté a CONICET, pero, en poco tiempo, se volvió el centro de mi reflexión. Pronto me di cuenta que era fundamental, además de reconstruir sus vínculos con el Cono Sur, entender su complejidad en cada uno de los contextos en los que se enraizó, por lo que me lancé a recorrer esos territorios por más archivos y entrevistas. A la vez que era un objeto de estudio acotado, AIDA presentaba un carácter transnacional innegable que permitía reflexionar sobre fenómenos de redes, influencias y transferencias culturales. Y más allá de mi interés intelectual por la historia conectada, creí que la experiencia y acciones de AIDA merecían ser conocidas y recordadas.

Liliana Andreone, abogada argentina exiliada en París e integrante de AIDA, en la Cartoucherie, 1981. Archivo personal de Liliana Andreone. 

RdS – ¿Cuál fue el vínculo de esa asociación con América Latina?

MC- El surgimiento de AIDA está directamente vinculado con la situación política del Cono Sur, ya que la decisión de fundarla fue consecuencia del viaje de solidaridad que los directores franceses Ariane Mnouchkine y Claude Lelouch –de teatro y cine respectivamente– organizaron a Santiago de Chile, Montevideo y Buenos Aires. Al regresar a París, los artistas franceses denunciaron en una conferencia de prensa la situación de sus pares en América Latina y comunicaron que fundarían una asociación para defender a todos aquellos artistas que sufrieran la represión, sin importar si se trataba de un país capitalista o comunista. “Tanto al Este como al Oeste”, sostenían, para desmarcarse de la lógica de la Guerra Fría.

Con sus acciones, que se llevaron a cabo casi simultáneamente en distintos puntos de Europa y Estados Unidos, lograron movilizar la opinión pública en una escala transnacional, presionar a sus propios gobiernos a tomar cartas en el asunto y, en ciertos casos, hasta conseguir la liberación de algunos artistas. Una de las campañas más importantes fue aquella por los “100 artistas argentinos desaparecidos” tanto por su dimensión como por la creatividad que se puso en juego para representar la desaparición forzada. Además, ésta se desarrolló en el momento de auge de la asociación, cuando el entusiasmo reinaba y la articulación entre los comités era fluida. Más allá de conciertos, exposiciones, charlas informativas, firma de peticiones y envío de postales, se organizaron marchas performáticas en distintas ciudades, visibilizando en el espacio público europeo -y de múltiples maneras– los artistas que faltaban en Argentina.

Envar “Cacho” El Kadri, militante argentino exiliado en París y miembro de AIDA, en la Cartoucherie. Sostiene la pintura-bandera realizada por el mexicano Remigio Valdés de Hoyos para la campaña por “100 artistas argentinos desaparecidos”, 1981. Archivo personal de Liliana Andreone.

RdS – ¿Aún sigue existiendo la asociación?

A partir de 1985 varias de las secciones de AIDA disminuyeron o interrumpieron la actividad, aunque siguieron convocándose en reuniones internacionales para definir casos a defender hasta 1987. Las dinámicas y derivas de cada comité se diversificaron. Por ejemplo, AIDA Holanda comenzó a recibir un subsidio estatal que le permitió institucionalizarse y continuó funcionando hasta 2012. En la actualidad sólo sigue en pie el comité de Múnich compuesto de un puñado de octogenarios, miembros históricos de AIDA. En el caso de la sección de Hamburgo, ésta se transformó, especializándose ahora en el apoyo a artistas exiliados. Como AID-A (Aid for Artists in Exile) y dirigida por dos artistas de una nueva generación, actualizaron su objeto y sus métodos.

Las causas del decaimiento de la actividad de AIDA como organización transnacional son múltiples y variadas. Por un lado, existe una transformación del contexto internacional, comenzando por el retorno de las democracias en América Latina. También en esos años se concretó la liberación de algunos casos emblemáticos defendidos por la asociación, como fue el del dramaturgo checo Vaclav Havel en 1984 y del caricaturista ruso Viatcheslav Syssoiev en 1985, que daban cuenta de un relajamiento de la represión política del otro lado del muro. Sin embargo, no faltaron casos de artistas censurados o presos en otras regiones, por lo que no puede explicarse únicamente por ese factor. Existen también, por supuesto, razones personales y desgastes de dinámicas colectivas.

Documentos enviados por correo por Liliana Andreone a Moira, noviembre 2020.

Les debo, para un próximo encuentro, contarles del hallazgo en Buenos Aires, cuarenta años después, de algunas de las pinturas-banderas de AIDA. Pero eso, ya es otra historia.

RdS – Nos dejás con la intriga, Moira. Gracias por esta conversación. Quedamos entonces en concretar pronto una charla en un vivo de Instagram para que nuestros lectores puedan conocerte en persona.

MC- Por supuesto. ¡Será un placer!

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En Rosario, el libro puede adquirirse en las librerías: Buchín, El Halcón Maltés, Paradoxa y Mandrake.