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Sobre vacunas y olivas

Hoy, mientras gozaba del sol posándose sobre las arrugas de mi frente en la terracita de siempre y con la dorada copa de cerveza en la mano olvidé mis buenos propósitos de no mirar las noticias, pero ¿es posible acaso no encontrárselas?

Más allá o más acá de mi gusto por las noticias, ellas solitas se cuelan por todas las rendijas tecnológicas, cada día más intrusivamente.

O pagas por usar YouTube, Facebook, Instagram, Twitter, Spotify, o internet en general, o las noticias te atropellan, y aun pagando no creo que estemos demasiado a salvo de las siempre mal intencionadas “buenas nuevas” que nos traen a diario los periódicos.

Pues eso, mientras me entibiaba con ese solcito primaveral tan gustoso se me ocurrió mirar algún periódico en mi Smartphone; estaba feliz, lo confieso: viernes, solcito, contento con mi trabajo, buenas perspectivas de futuro, buena compañía ¿qué más?

Se ve que era demasiado; en una sola página del periódico, en el espacio que entra en un pantallazo, estaba agazapada la tragedia; tranquilos, nada nuevo, pero por eso justamente más trágico aún, nada nuevo.

Especulación con las viviendas supuestamente protegidas, anulación del límite a los precios de los alquileres, mercantilización de las vacunas, en fin, todo dentro de lo razonablemente humano, digo, por la avaricia y desregulación; un primor de raza.

Pero la vacuna, aunque mercantilizada, politizada, utilizada como arma electoral y todo lo que se les ocurra, esa vacuna, al menos a mí me está haciendo unos efectos muy beneficiosos.

Ni idea si me inmunizó contra el covid; pero resulta que después de leer esas noticias mi preocupación siguió siendo si la próxima oliva en caer presa entre mis manos seria aquella negra arrugadita o la arbequina verde y pequeña.

Sí estos no son los efectos beneficiosos de la vacuna, que baje Jehová y lo juzgue.

Shabat Shalom