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Las várices también son cosa de hombres

Es un error bastante difundido considerar que las várices son casi exclusivo patrimonio de la mujer, las estadísticas entre hombres y mujeres empiezan a parecerse.

Las várices, que desde 2012 están incluidas entre las afecciones que deben cubrir las ART, afectan fuertemente a ambos sexos y además del perjuicio estético que ocasionan pueden dar lugar a enfermedad, por lo que no se debe pensar que la ausencia de ciertos síntomas implica que no se tienen várices. El concepto general que se tiene sobre que los hombres padecen muy poco de várices, es totalmente erróneo. Las actividades laborales que obligan a estar mucho tiempo de pie o sentado, como la docencia, las fuerzas de seguridad o atención en ventas, son factores muy importantes que pueden agravar a hombres o mujeres por igual. También el sedentarismo, común en quienes realizan trabajos de escritorio y oficina, choferes, operarios de maquinaria y la obesidad suben el riesgo.

Antes y después

La frecuencia mundial que tienen los hombres de padecer várices es del 20 %, que si bien es menor a la de las mujeres, no es una cifra para despreciar.

Las 3 causas que influyen en el hombre portador de várices  pueden definirse de la siguiente manera:

La herencia: las personas con antecedentes familiares de várices tienen dos veces más probabilidades de padecerlas que las que no los tienen.

La predisposición constitucional: una debilidad generalizada del tejido conectivo implica una pérdida de tono de las paredes de las venas, que facilita la aparición de varices.

Antes y después

La posición de pie: esta postura aumenta la presión de la columna venosa y dificulta el ascenso de la sangre al corazón.

Los síntomas que se presentan en los hombres, son los siguientes:

Visualización de la red venosa de las piernas. En general, pueden verse várices en cara antero interna de muslos, detrás de las rodillas, y en cara interna de piernas, pero al principio no suelen aparecer otros síntomas.

Pesadez y cansancio en las piernas. Sobre todo cuando se está mucho tiempo inmóvil de pie, y a última hora del día. Esto ocurre porque empieza a acumularse la sangre en las venas de las piernas. Normalmente los síntomas mejoran al caminar, con el ejercicio, y al levantar las piernas.

Antes y después

Dolor. De intensidad variable según las personas. Normalmente se localiza en los trayectos de las venas afectadas, principalmente tobillo y pantorrilla. Puede empezar o aumentar con un simple roce, o un golpe de poca importancia.

Calambres, hormigueos, picazón o calor,  principalmente nocturno.

Hinchazón o edema de los pies y tobillos. Aparece, según avanza la enfermedad, al acumularse el líquido extravasado. Al principio disminuye con el reposo, con las piernas elevadas, y al levantarse por la mañana, pero poco a poco se vuelve más persistente y puede llegar a ser permanente.

Cambios de coloración en la piel. Manchas parduscas o violáceas que aparecen debido a la salida de glóbulos rojos de las venas afectadas que se acumulan debajo de la piel. Estos acúmulos manchan  la piel y la grasa que está debajo, ocasionando reacciones inflamatorias y dando lugar a zonas endurecidas, dolorosas y eczematosas.

Varices o venas dilatadas y retorcidas. Al avanzar el deterioro de las venas, estas se van dilatando y alargando, por lo que tienen que hacer curvas para acoplarse al espacio disponible.

Aparición de úlceras. Suelen aparecer cerca de los tobillos y, con mayor frecuencia, en la cara interna. Con frecuencia resultan bastante dolorosas y difíciles de curar. A veces son debidas a las lesiones por rascado, y otras surgen de forma espontánea.

Por todo lo anterior, la consulta precoz con el Flebólogo y el tratamiento adecuado y mas actual,  será la mejor forma de prevenir las complicaciones, tan comunes en los portadores de várices, sean hombres o mujeres.