No soy el mejor en esto, he fallado y posiblemente lo merezca. Es mi turno. Tengo que dejar de idealizar y alimentar mi ilusión, tengo que aceptar que algunas cosas no son como quiero que sean. Me cuesta mucho. Principalmente porque no soy de esas personas que actúan por la razón, que ven todo como si fuera un entramado de hipótesis donde algunas son ciertas y otras falsas, y donde ahí mismo se mueven de un lado para el otro lo que está bien y lo que está mal.
No sé qué está bien y que está mal. Nunca lo supe en el momento, nunca en el ahora. Si pude ver, en cambio, aquellas cosas que estuvieron mal y de las cuales aprendo día a día. Algunas me han hecho arrepentirme hasta odiarme. Pero pude verlas a través de la experiencia, y hasta podría modificarlas para que todo sea más razonable. Pero vuelvo a la razón. Y yo no quiero razonar. Si razono pierdo lo bello de existir por la incertidumbre, de deslumbrarme.No quiero pensar las cosas, quiero lanzarme, quiero manifestar lo que siento. Quiero abrazarte y llevarte conmigo y que no tengas miedo porque no va a haber miedos, porque las promesas se renovarán como así también lo harán nuestros besos. Sé que muchos no lo entenderán. Pero así lo pienso. Y mi paso, mi estúpido, infantil, pero tierno y hermoso caminar, no puede ir con quienes no lo vean así. Hay gente que aprende de otras formas. Por eso estoy triste. Porque estoy loco por amor y no puedo tener el amor que quiero. Porque busco en otra persona algo que no pueden darme, no ahora, y quizás nunca. Quiero compartir cosas que en realidad debo compartir conmigo. Si usara la razón estaría callado aceptando las cosas. Pero no soy así. Dios estoy loco, loco, y solo mi dios sabe a qué me refiero. Y no pensamos quedarnos callados, porque no odiamos jamás a nadie. Solo intentamos amar.
Empiezo a ver claro ahora, y, de todas formas, mañana estaré bien y al día siguiente volveré a marchitarme. Lo que se hoy es que no voy a molestar a nadie, menos a quienes quiero, pero puedo hablar y escribir sin miedo. Nunca más voy a volver a darme esa pena a mí mismo, a alimentar la ilusión de querer compartir mi camino con quien no se afianza de igual manera. No hay culpables en este juego y tampoco hay odio, solo hay verdades, y podría morir y aún si quedaría la verdad de que ya todo se ha dicho; y de no ser así, ya hemos desafiado lo suficiente al tiempo como para demostrarle que nuestro amor puede volver locamente a conectarse cuando sea, cuando así ansíen equilibrarse la razón y el espíritu. Y es ahí, recién ahí, cuando logremos entender lo que es poner las manos sobre el fuego, sin preocuparnos por las quemaduras.