Por si faltaba alguna plaga nos mandan a votar. En todo caso es una buena oportunidad para pensar bajo que paradigma queremos vivir, el Covid develó que bajo el paragua neoliberal las opciones para hacer frente a la pandemia son penosamente crueles: salud o economía.
Así aparecen, en una relación de exclusión, dos términos imprescindibles para la vida y que por obra de las políticas que aceptamos mansamente se nos muestran como las únicas opciones.
Después de un año de pandemia ésta es la cruel realidad. Nos acostumbramos al laberinto cóvico, al baile de cifras que determinan nuestro día a día, dependiendo de la cantidad de muertos podemos estar más o menos horas sentados al sol tomando una cerveza. Hoy, sin ir más lejos, anunciaron que los bares y restaurantes podrán abrir una hora más a la mañana y otra más por la tarde, porque se logró reducir la cifra de muertos.
Pero habernos acostumbrado a este penoso laberinto no excluye otras maneras de organización posible, otras formas económicas en donde la humanidad no quede tan expuesta a una elección al estilo de “la bolsa o la vida”.
La cuestión no es fácil, requiere de imaginación que no está en las bases de ningún partido de los que se presentan a ser elegidos; o casi ninguno.
Basta con escuchar la propaganda electoral de estos días. ¡Otra pandemia!
No se aún cómo nadie ha inventado unas mascarillas para los oídos que nos dejen a salvo de la contaminación acústica que producen las proclamas de siempre, pura retórica nacionalista.
Para el lado que sea, da igual. Ninguna mención a un programa para cambiar alguna estructura de lo que nos trajo hasta aquí, todo bla, bla, bla y más bla.
Pero existe la excepción que confirma la regla y esa es la gran buena noticia, tenemos una opción que no es más de lo mismo, es, por supuesto, la opción perdedora, aunque esta opción, la perdedora, ya va dándole más de un susto al establishment.Es la opción que apuesta por un cambio de paradigma económico y que ya la están optando desde el Ayuntamiento -la Muni para ustedes-.
Y sí, aunque el voto es secreto ya lo voy anticipando, aunque aún no sé cómo depositaré mi voto ya que para ir a los colegios electorales es obligatorio el traje de astronauta y el mío está en reparaciones, en mi última salida a tomar una cervecita al sol y con la falta de tacto que proporcionan los guantes anti cepas derrame parte de la cerveza sobre mi traje que empezó a emitir un crujido inquietante; en fin, si me llega el traje de astronauta que mandé a reparar iré a votar por quien representa al partido de mi querida alcaldesa Ada Colau, y si no me llega el traje emitiré mi voto por señales de humo. Si queda algo por quemar.
Al voto por correo ya llegué tarde. Otra vez.
Tema aparte es lo apropiado o no de unas elecciones ahora cuando resulta que en Catalunya no se puede ir ni a la esquina por riesgo a que te caiga por la cabeza una cepa nacional o extranjera.
En fin, que en una más que sospechosa jugada de los poderes de siempre nos dicen que elijamos, rapidito y más de lo mismo, aunque nos contagiemos.
Pues no, una vez más votaré a las buenas propuestas de los perdedores y seguiré rezando para que si ganan no se conviertan en ganadores.
Shabat Shalom y saludos a los lectores de La Revista del Siglo.