Hola a todos los lectores de La Revista del Siglo, me llamo Soledad, soy rosarina de pura cepa y me vine a vivir a Roma hace 14 años ya… Siempre me preguntan ¿por qué a Roma? Y yo respondo con la mejor de mis sonrisas, esas que salen del corazón: simplemente por amor!
Si hay historias románticas, sin lugar a dudas la mía es una de ellas, era fines de octubre de 1997, para ser exacta un atardecer del 25, y paseábamos con una amiga por las callecitas romanas intentando llegar a la Fontana de Trevi ya que en tres días volvíamos a Rosario y sí o sí queríamos tirar las monedas en la fuente siguiendo la tradición que asegura que para regresar a Roma deberás colocarte de espaldas a la fontana y tirar la moneda con la mano derecha sobre el hombro izquierdo, después de cumplirlo al pie de la letra y sacarnos las trascendentales fotos, nos sentamos en la orilla y mi amiga me dice –detrás tuyo hay un bombonazo que está déle mirarte– disimuladamente me dí la vuelta y lo ví, nos vimos y sonreímos al mismo tiempo, puedo asegurar que sentí un cosquilleo que me recorrió la columna y me dio un suave sacudón en la nuca al mirar esa sonrisa que llenó su rostro y sus ojos negros, era tan intenso todo él que cuando lo ví erguirse y caminar hacia mí supe que estaba enamorada. Tres días después Fabrizio, más romano que Rómulo y Remo, nos llevaba al aeropuerto y yo embarcaba hacia casita queriendo quedarme por siempre en Italia. Tuvieron que pasar 10 años para casarnos, durante una década él venía a Rosario, yo iba para Roma, nos llamábamos por teléfono, escribíamos cartas, no era como ahora que las distancias desaparecen con WhatsApp y Zoom. Finalmente el 24 de noviembre del 2007 tuvimos nuestra ansiada ceremonia en la capilla de San Patricio, acá en Rosario y al mes nos fuimos a vivir al barrio más bohemio de Roma, el Trastevere, como su nombre lo indica: trás el Tiber, el río que atraviesa la ciudad. En Julio del 2009 me vine a Rosario para que naciera argentino mi primer hijo Matheo y lo mismo hice en junio del 2011 cuando nació argentina mi hija Sophia, ya el tercero, Tommaso, me agarró cansada y nació en Roma en julio del 2017. Yo me nacionalicé italiana y Fabrizio para demostrarme una vez más su amor, se nacionalizó argentino.
Fabri es abogado y tiene su propio estudio, y a la vez compartimos algunas tareas, hasta hace muy poquito alquilábamos el departamento que teníamos en el Trastevere a turistas, por días o semanas, pero ya lo vendimos. Actualmente lo ayudo con los trámites para los argentinos que necesitan las partidas de nacimiento de sus abuelos y demás certificados para sacar la ciudadanía italiana. Más no puedo ayudarlo ya que los tres niños me llevan mucho tiempo y además disfruto mucho paseando con ellos por esta maravillosa ciudad, Roma es un museo al aire libre. Me encanta vivir acá, día a día convivo con la historia y los legados de la humanidad, vaya donde vaya me encuentro con ellos, sin ir más lejos, frente a mi casa, cuando atravieso el puente Fabricius construido en el año 62 d.C y todavía permanece incólume! y llevo a Sophie a su práctica de voley pasamos frente al hermosísimo Castel Sant’ Angelo del 135 d.C, donde está sepultado el emperador Adriano, además vivo a la vuelta de Campo de’ Fiori, plaza del 1400, lugar en el que se levanta diariamente el mercado donde compro las verduras y frutas, carnes y pescados, ya pasado el mediodía levantan y limpian todo dejando la plaza libre y pulita para que los barcitos y restaurantes, que la rodean, saquen sus mesas y se llenen de parroquianos y turistas… y como éstos podría darles muchos ejemplos más, pero me quedaría seguramente muy corta, no creo poder enumerar todas estas maravillas que los hombres han levantado durante siglos y siglos para mi deleite cotidiano.De Rosario extraño más que nada reunirme con mis amigos y mi familia, y mis hijos echan de menos a sus primos, igualmente no hacemos tiempo de extrañar demasiado ya que todos los años pasamos las fiestas allá. Este será el primer año que no iremos por la porca pandemia, bueno hasta acá llegué por ahora, seguiremos más adelante, un fuerte abrazo para mi querida Rosario y los lectores de la Revista del Siglo!