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Dejarlo todo e irse a vivir a otro país en el año de la pandemia mundial

Podría ser el título de una película tranquilamente, mi película, escrita, dirigida y protagonizada por mí. Una actriz de la ciudad de Rosario se sube a un avión en busca de algo que no tiene ni idea qué es, llega a España y las aventuras comienzan a sucederse sin parar. Esta podría ser la sinopsis breve y barata de la película. A más de un año de haberme tomado aquel avión, puedo decir que amo España, que Madrid no me abraza pero tampoco me expulsa, y que si bien no realicé tantos trabajos de actriz como esperaba, tuve la posibilidad de hacer algunas pequeñas cosas, que si no hubiera sido por la gran decisión de emigrar, jamás hubieran sucedido en mi vida.

Abrir una puerta implica dejar muchas cosas atrás, resignar, desatar, aceptar que nada es para siempre, porque siempre no existe ni existirá jamás -tampoco debería existir-. El año pasado tuve la suerte de poder estudiar y tomar cursos de interpretación ante la Cámara en un centro avanzado de formación de actores «La Central de Cine». Ahí fui muy feliz rodando escenas en las que pude encarnar personajes de todo tipo, conocer gente increíble de diferentes lugares y aprender sobre el lenguaje cinematográfico. En paralelo con las clases me dediqué a buscar representación artística y todo tipo de trabajos y castings en el medio teatral y audiovisual. Y para mi total felicidad, pude participar en tres series. En una de ellas viajé al pasado como panelista de un programa de televisión de los años 80, en otra tuve que convertirme en azafata por un día -sueño que tenía pendiente-, y en la otra fui una doncella en un castillo que perteneció al mismísimo Franco (palabra que en España es casi impronunciable y eso hace que se me complique nombrar a mis días libres en el trabajo). Actuar es jugar, entregarse a lo que se proponga, poner el cuerpo y volar… no importa dónde ni cómo, en un escenario o frente a una cámara, en Madrid o en Rosario, es lo de menos, lo que amo es actuar.

¿Lo que más me gustaría? poder actuar en una obra de teatro en una de las tantas salas que existen en Madrid. Yo sé que voy a darlo todo para que así suceda. Las luces no siempre brillan en esta particular profesión, pero puedo asegurarles que perseguir el sueño de vivir de lo que me hace feliz vale la pena cada día de mi vida. Y aunque miro para atrás y me la paso pegada al WhatsApp para hablar y poder ver a mis seres amados, sigo apostando al impulso que me llevó a elegir transitar esta aventura. Les digo a las muchas almas curiosas que quieran apostar más allá del mar, ya sea de este lado, o de aquel, que lo importante es animarse.